Historia de un viajero

 La única fotografía conocida de Journey, tomada en enero de 2012 mediante una cámara automática.

Interpretaciones ontogénicas sobre el ancestral conflicto que enfrenta a lobos y humanos puede haber muchas, pero una de las visiones propuestas asocia esta añeja enemistad a la competencia por el territorio y el alimento entre dos especies con estructuras sociales muy semejantes. Ambas se agrupan en clanes familiares, fuertemente jerarquizados, que ocupan espacios de los que excluyen a otros conespecíficos, reservando sus apetencias tróficas hacia los grandes ungulados pero aplicando un amplio espectro de estrategias, incluyendo el carroñeo y la frugivoría. Aunque muchos autores han puesto de manifiesto estas similitudes, que permitieron a lobos y humanos extenderse por la mayor parte del hemisferio norte y convertirse en especies casi cosmopolitas, no suponía que el grado de cercanía comportamental pudiera ser tan elevado como sugiere la historia de Journey.

En el oeste de Estados Unidos, el lobo fue concienzudamente erradicado por los colonos blancos a lo largo de los siglos XIX y XX. Durante las tres últimas décadas, como consecuencia de la relajación de la persecución y de acciones directas de conservación, algunas manadas han podido reestablecerse y mantener una existencia precaria, bajo estrecha vigilancia de gestores y ganaderos. Una de ellas es conocida como la manada Imnaha, la primera en ser detectada en Oregón desde los años 40. Sus miembros llegaron desde la vecina Idaho. En 2009 nació en su seno OR7, un macho que pudo ser marcado por científicos con un collar de seguimiento por satélite, y que comenzó su dispersión en el otoño de 2011. Éste es un periodo crucial en la vida de cualquier lobo joven, en el que abandona la manada natal para vivir como “flotante” antes de unirse a otro grupo o fundar uno propio en un nuevo territorio. OR7, el séptimo de los lobos marcados en Oregón, se ha movido desde septiembre en dirección suroeste, atravesando una quincena de condados, diez autopistas y diferentes ecosistemas (pinares, bosques mixtos, campos de lava, zonas agrícolas, enebrales, matorrales…). En su travesía ha pasado exactamente por el mismo lugar en que fue muerto el último lobo de Oregón en 1947, antes del regreso de Imnaha. El 28 de diciembre, OR7 llegó a California, convirtiéndose en el primer lobo salvaje confirmado en este Estado desde hace casi un siglo. En enero de 2012 ha estado deambulando por el condado de Lassen, precisamente donde en 1924 fue atrapado el último lobo de California. Su odisea le ha llevado a recorrer hasta el momento unos 1.300 km, algo así como la distancia entre Vitoria y Bruselas.

El increíble periplo de OR7 ha saltado de los círculos científicos a la prensa, y de ahí al gran público. Para llamar la atención sobre la recuperación del lobo en Norteamérica, la organización Oregon Wild promovió un concurso infantil para dar nombre al lobo viajero: Journey, “Viaje”. El mismo día en que se anunció el resultado, un periódico publicó la única fotografía disponible de Journey, obtenida con una cámara de trampeo fotográfico. No obstante, la de Journey es una historia inacabada. Aunque de momento no se han notificado episodios de depredación sobre ganado atribuibles a Journey que pudieran concitar las iras de los rancheros, la tasa de mortalidad de los lobos durante la dispersión es sensiblemente mayor que la de los lobos residentes, ya que evidentemente no conocen el terreno y se exponen a más encuentros con humanos.

Desplazamientos de Journey atravesando Oregón e internándose en el norte de California, entre septiembre de 2011 y febrero de 2012.

Desde que George Schaller comenzara a identificar con nombres de pila a algunos gorilas estudiados por él en las montañas Virunga, se ha debatido mucho sobre la inconsistencia, en términos científicos, de “humanizar” a los animales que son objeto de investigación. En parte, es cierto que la observación objetiva y el análisis racional requieren alejar las emociones, y recomiendan que el zoólogo trabaje con la misma empatía que tendría un microbiólogo hacia una colonia de bacterias. Las páginas web que describen la ruta del lobo viajero desde una óptica técnica o científica (p. ej. http://www.dfg.ca.gov/wildlife/nongame/wolf/OR7story.html) le denominan invariablemente OR7. Pero, en otros contextos, también nos conviene demostrar que lo que sucede en el mundo natural no nos deja necesariamente indiferentes. La historia de Journey (el nombre adjudicado en las páginas web conservacionistas, como http://www.oregonwild.org/fish_wildlife/bringing_wolves_back/the-journey-of-or7), por una vez, me ha hecho pensar en tipos y arquetipos que creía exclusivamente humanos: Humboldt o Malaspina abriendo fronteras al conocimiento, Burton y Speke en pos de grandeza tras las fuentes del Nilo, Livingstone en expedición geográfica de safari. No sé si Journey pretende regresar a la Ítaca de sus antepasados, reivindicar los derechos de su raza o simplemente, como Forrest Gump, tiene ganas de correr. Pienso que la interpretación eco-etológica es correcta, y OR7 busca inconscientemente un lugar con suficiente alimento y pocas perturbaciones, donde establecerse. Pero no puedo evitar que la hipótesis del valiente explorador Journey me parezca tentadora. Poco probable, pero tentadora.

Texto: José María Fernández García

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