Visita al arbolado del Parque de Arriaga

La mañana empezó con un poco de lluvia que no desanimó a las seis personas que nos reunimos con Gonzalo Lope Gorrotxategi, a las 10 en la ermita de Arriaga.
La propuesta era recorrer el parque visitando algunas de las muchas especies de árboles y arbustos que allí se encuentran, pero con una mirada un poco diferente que se centraba en carácter urbano del arbolado y cómo usamos y gestionamos esos árboles.

En primer lugar se habló del Parque de Arriaga, un parque de gran extensión que se creó hace casi 40 años y que en estos momentos es un lugar muy interesante tanto por la diversidad  como por el diseño del propio parque.
La primera parada de  nuestro recorrido fue en el laurel que hay al lado de la ermita, un ejemplar que se ha adaptado muy bien al medio a pesar su carácter más mediterráneo.
Y siguieron:
Hayas, una solitaria que con un magnifico porte y las variedades purpurea y péndula.

Haya péndula
Chopos

Chopos negros de unas dimensiones que empiezan a ser problemática y en los que aprendimos a diferenciar las ramas que pueden romperse en el futuro y que exigen una labor de mantenimiento más frecuente.
Composiciones con dos variedades de tejos y juníperos.
Arboles antiguos como el ginkgo y el magnolio.
Tilos que han perdido la rama guía y crecen de forma “desestructurada”, aunque crean una atmósfera especial con un efecto de túnel verde.
Sequoias que invitaban a tocar su corteza dando una sensación mullida y que por otra parte nos indicaban la falta de aire en el suelo asomando sus raíces por debajo del asfalto. Aprendimos  que aunque normalmente se piensa en la falta de agua, la compactación del suelo y la consiguiente falta de aire es uno de los principales problemas de los árboles urbanos.
Pinos piñoneros formando un bosquete donde se veía como la cantidad de luz se relaciona con el tamaño de los árboles.

Árbol de Júpiter

Otra corteza para experimentar con su tacto “sedoso” la del Lagerstroemia índica (Árbol de Júpiter)
Piceas, abetos y cedros, sus diferencias en la forma de agruparse las hojas o insertarse en la rama. Las piñas colgantes de las piceas, erectas y en la parte alta en los abetos y más anchas en los cedros. Vimos varios ejemplares de pinsapo (Abies pinsapo) especie que se encuentra muy cómoda en el clima de Vitoria lo cual se ponía de manifiesto en su magnífico aspecto.
Un seto de Cupressus arizónica que rodea el aparcamiento y que tiene fama por su estructura y dimensiones.
Y, como no, los castaños de Indias y los sufridos y eficaces plátanos, básicos en la masa verde  de la ciudad en todos los tiempos. Desde aquí una reivindicación para ellos: Evitar las brutales e inconvenientes podas que sufren por criterios  exclusivamente “prácticos”.
La mañana que comenzó con lluvia estaba ahora soleada y el cierre del recorrido fue una hermosísima encina que se encuentra en una esquina del parque, soportando impávida y fresca la fuerte contaminación de la vía rápida de tráfico. Y es que también aprendimos que los árboles son individuos,  en ocasiones tozudamente fuertes ante un entorno hostil.
Esta es una pequeña muestra de las especies que vimos y las cosas que aprendimos.

Sequoia

Gracias Gonzalo por introducirnos en esta nueva dimensión del arbolado.

Texto y Fotografías: Teresa Ruipérez