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Salida de dibujo del natural e iniciación a la acuarela

Durante la mañana que dedicamos a la acuarela el cielo estuvo un poco nublado, uno de esos días melancólicos del verano en que el paisaje se muestra más pesado, sin contrastes nítidos. Nos situamos sobre la colina donde se encuentra el cementerio de Mendijur. A un lado y otro se extienden llanuras que alternan campos de cereal, árboles y pantanos. A lo lejos, las montañas se van aclarando y dan cuenta de las distancias.

Todo esto se encontraba de alguna manera en las acuarelas realizadas por el grupo. Intentando librarse, en la medida de lo posible, de prejuicios, cada uno inició una relación con el paisaje al que se enfrentaba, siendo la acuarela la mediadora entre él o ella y el paisaje.  Antes de comenzar, y para centrarnos en esta idea, leímos esta cita de John Berger:
 
“El impulso de pintar no procede de la observación ni tampoco del alma, sino de un encuentro: el encuentro entre el pintor y el modelo (…)  Cuando una pintura carece de vida se debe a que el pintor no ha tenido el coraje de acercarse lo suficiente para iniciar una colaboración. Se queda a una distancia “de copia”. (…) Acercarse significa olvidar la convención, la fama, la razón, las jerarquías y el propio yo”. (1.)

Tratando de resolver los problemas de representación que el paisaje exigía, cada uno fue elaborando una técnica propia basada en su experiencia particular. Dejando a un lado las convenciones que se le atribuyen a la acuarela comenzamos a pintar observando atentamente la naturaleza pero también prestando atención al comportamiento de la acuarela. En ocasiones aprovechando ciertos “errores” como posibles soluciones técnicas. Aceptando que la acuarela es un medio poco dócil y respetando su naturaleza y cualidades.

En el primer ejercicio tratamos de cambiar la manera de mirar a la que estamos acostumbrados. En su trabajo, el pintor tiene que atender a muchos factores a la vez: claroscuro, dibujo, color, composición… esto puede saturar y bloquear a alguien que empieza a pintar. Para focalizar toda nuestra atención en uno de estos aspectos, se

propuso utilizar únicamente un color. De este modo atenderíamos solamente a las variaciones claro y oscuro. Al mismo tiempo, este ejercicio es un buen entrenamiento para sintetizar y estructurar la imagen.

A medida que avanzaba la mañana y salía el sol, cada cual avanzaba en el camino que había emprendido. En las puestas en común de los ejercicios apreciábamos cómo se había llegado a resultados inesperados y muy diferentes entre sí. Comprendimos que la técnica no era una “manera de hacer” preconcebida sino que surgía de una verdadera relación con el motivo, del estar aquí y ahora.

Gracias por la buena disposición y entrega de todos los que estuvisteis. Los resultados fueron fantásticos. Gracias a Brian y a Begoña por la organización y amabilidad. Espero que repitamos y nos veamos pronto de nuevo.

Raul Dominguez

1. John Berger, Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible

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