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El Desconocido Valle de Lana, en la Sierra de Lokiz, Navarra

Comenzó la temporada de salidas oficiales del grupo de botánica dedicado a nutrir el Herbario digital Xabier de Arizaga el último domingo de mayo con una salida fascinante al monte Arnaba, ascendiendo desde Narcué, uno de los  cinco pueblecitos sembrados en este valle secreto, recoleto y ahora tapizado de verde y de flores, el valle de Lana, en Lokiz, muy cerca de la frontera con Álava. Se le conoce también por allí como valle de los rusos porque se llenaba de nieve en invierno y se quedaba totalmente incomunicado, como si fuese Siberia…

Tuvimos la suerte de que un socio del IAN con casa en Narcué se había ofrecido a hacernos de guía en la ascensión al monte Arnaba y nos condujo alegremente por el mejor camino del bosque hasta los altos del circo rocoso y calizo donde pasaríamos el día recorriéndolo y explorando. El, claro, no sabía lo que le esperaba. Un valiente guipuzcoano que también disfrutó mucho con la floración espectacular del praderío y el roquedo en mayo.

 

 

Era muy temprano y el día estaba aún fresco y soleado.  Nada más arrancar la ascensión desde Narcué surgió la perla de los descubrimientos botánicos del día:  apareció una planta parásita del enebro, la Arceuthobium oxycedri, a 782 metros de altura, algo inesperado que hizo exclamar mucho a Pello y a su descubridor, Antonio, con su ojo de halcón, que no se le escapa una. No estaba en flor, es pequeña y además, verde sobre verde. Ninguno de los demás la hubiéramos mirado dos veces—adjunto foto—  Pues bien,  hay que regresar cuando esté en flor; pequeña pero matona. Desde ahora vamos a mirar los Juniperus oxycedrus con otros ojos, mucho más atentos.

El monte Arnaba resultó ser un quejigal con boj  que en las alturas se convirtió en un hayedo con boj. La gran panorámica sobre el valle de Lana, con la sierra de Cantabria al fondo y su León dormido, también nos permitía observar todos los pueblecitos del valle y el carrascal con boj que habíamos dejado atrás al salir de Narcué. Pello se prometía visitarlo por la tarde pero los altos de nuestro impresionante roquedo calizo dieron para ocho horas de recorrido,  y con vistas en su cima hacia el otro lado del monte: el valle de Larraona.

El camino y las rocas de las alturas estaban tapizados con las flores de sus plantas. Los azules y morados ganaban por goleada, pero nos retratamos al lado del guillomo en flor, que junto con el espino albar cubren los lugares de blanco níveo. No os quiero dar más envidia porque en realidad el trabajo del botánico es arduo y no consiste en quedarse mirando esas flores y plantas embobados mucho tiempo, que ya las tenemos introducidas y bien documentadas en el Herbario, sino otras menos fáciles y por cuyo descubrimiento nos habíamos subido hasta allí y pasamos la tarde andando sobre graveras empinadas por las que al final del día hubo que bajar resbalando, algo agotador.

En los momentos de más peligro y mayor tensión nerviosa por el cansancio, algún botánico me decía: Carolina, mira, mira el serbal en flor, allí, detrás de aquellos árboles, como si una pudiese despegar la mirada del suelo, siempre a punto de desamorrarme en esos trances. Al final me tuvo que ayudar una familia de montañeros que pasaban por allí y que me adoptaron.  Gracias a Antonio que apareció a buscarme, ascendiendo de nuevo por la agotadora cuesta de la gravera,  y llevarme donde los demás, que son como cabras, ágiles y flexibles, siempre jóvenes cuando se trata de tirarse por sitios donde el  mismísimo alimoche nos miraba, curioso, cerca , cerca. Era un pollo de cuidado.

 

 

Fue inolvidable, en verdad, y como ya dije antes, hay que volver a intentar cazar en flor a la parásita aquella. Además en la gravera, hábitat muy duro para cualquiera, Pello descubrió otra planta interesante pero no pudimos fotografiarla porque en ese momento estalló la tormenta que habían anunciado para horas antes y que tuvo la decencia de esperar hasta muy tarde y refrescarnos aquel sudor de la ardua bajada.

Llegamos a casa doce horas después de haber salido, con dolor  de rodillas y de pies, felices y con los ojos llenos de flores montanas de mayo, directos a la cama, seguro, aunque a Pello le dio tiempo y ganas, no sé como lo hace, en verdad, de mandarme esa misma noche  la lista con las plantas nuevas del día, fotografiadas para el Herbario, ordenadas por alturas y hábitats. Las adjunto al final y os aseguro que  las recuerdo como si fuesen primas nuestras de un pueblo lejano, a quien no ves todos los años por ello, ya que cada planta logró hacer corrillo a su alrededor y nos hincó de rodillas con las narices metidas en el prado, en las rocas, en el cáliz con insecto, y ese fue nuestro descanso. Y es que, como decía Ernestina Campucin, “¡Es tan fácil atar el corazón con flores! “

Y aquí están esas que ataron el nuestro y fotografiaron nuestros botánicos con el rigor y el mimo que les caracteriza, todas a gran altura, llegando hasta los 1.200 metros del inolvidable monte Arnaba, pero cubriendo su diferentes hábitats:

 

– Medicago suffruticosa
– Iberis sp.
– Androsace villosa
– Arum cylindraceum
– Cerastium arvense
– Pedicularis comosa ssp. schizocalyx
– Scrophularia crithmifolia ssp. burundana

Veréis si lo consultáis, que ya están incorporadas al Herbario digital.

Carolina Larrosa

Salida “Mariposas y mitología”




La salida “mariposera y mitológica” de este año transcurrió de manera muy satisfactoria. Para empezar los dioses de antaño cumplieron: Helio, el dios sol, acudió puntual con los corceles del carro bien alimentados e hidratados, mientras que Eolo, después de despacharse a gusto la víspera, decidió tomarse el día libre y quién sabe si no lo dedicó, también, a la entomología.
Así que con estas premisas los siete entusiastas participantes  no tardaron en desenfundar las mangas entomológicas y ponerse manos a la obra.  En seguida, cayó una incauta Maniolajurtina  que nos sirvió para introducirnos en la anatomía primero y en la sistemática después.

Y a partir de ese instante Brian y Loli se dedicaron a repartir mangazos a diestro y siniestro, Javi se responsabilizó de que no se extraviara la única “placa de Petri” que teníamos para observar al detalle cada ocelo y cada marca que nos ayudara a clasificar al ejemplar. Belén y Edurne se encargaban de las guías y de registrar las especies. Por último, Carolina, la más letrada del grupo pero no por ello menos científica del grupo, se encargó de declamarnos la historia de cómo las engreídas piérides acabaron convertidas en urracas blanquinegras (colores que comparten con las mariposas del género Pieris).


Al final, fueron una veintena de especies representantes de las familias principales (faltaron a la cita los papiliónidos). Cabe destacar la gran cantidad de ejemplares de la bella y elegante ninfa de los arroyos (Limenitisreducta).


A eso de la una del mediodía, nos percatamos de que, si bien ellas seguían revoloteando por doquier como si tal cosa, nuestra especie no es  tan termófila, y emprendimos la vuelta hasta la taberna donde celebramos la jornada con una merecida caña.







Especies observadas

Familia Hesperiidae (hespéridos)
Thymelicus lineola
Thymelicus sylvestris
Ochlodes sylvanus

Fam. Lycaenidae (Liciénidos)
Cupido argiades
Laeosopis roboris
Lampides boeticus
Polyommatus icarus
Satyrium ilicis
Satyrium w-album

Fam. Nymphalidae  

SubFam. Nymphalinae (ninfálidos)
Argynnis paphia
Brenthis Daphne
Limenitis camilla
Melitaea athalia

Subfam.  Satyrinae(satíridos)
Coenonympha arcania
Maniola jurtina
Melanargia galathea
Pararge aegeria

Fam. Pieridae (piéridos)
Colias croceus
Gonepteryx rhamni
Pieris brassicae

Pieris rapae

Texto de Raúl Martínez, fotos de Loli Cordero

Salida de Odonatos fluviales cerca de Delika con Josean

Por fin llegó el verano y ese sábado de julio con su salida bienal de Odonatos que los asiduos esperamos con verdadera ilusión tras dos años oteando las aguas e intentando identificar caballitos del diablo y libélulas verdaderas, como nos ha enseñado Josean, claves en mano.  Algunos necesitábamos un repaso urgentemente.

Había además tres personas nuevas en el grupo de 15 que enfiló en Delika, por el camino del Infierno,  nombre del bar del lugar que pasamos alegremente, hacia el agua cercana. Hablábamos del tiempo, que resultaba fresquito, y del viento, que tan poco gusta a las libélulas, y mirábamos con ansiedad el cielo.  Josean nos empezó a explicar en un claro, con ayuda de varias tabletas y buenas fotos de las libélulas alavesas, lo que podíamos esperar ver y encontrar. En ello estábamos cuando se abrieron los cielos y comenzó el diluvio. Corrimos de regreso a refugiarnos en el Infierno, tan a mano y acogedor, donde seguimos con el cursillo, alrededor de un  café, haciendo incluso unos ejercicios de identificación muy entretenidos. Los nuevos salieron de allí preparados para los siguientes destinos.

Nos acercamos a la balsa de la Rondina, aprovechando que había escampado a mediodía, y allí bajo la Peña de la virgen de la Antigua y las montañas azules de la zona, entre Delika y Orduña,  revoloteaba el Anax imperator,  y buscando mucho y usando el cazamariposas pudimos observar de muy cerca otros tres géneros: Coenagrion scitulum,  Ischnura graellsii y Platycnemis latipes.

Josean nos llevó a comer a un rincón muy especial y adecuado par ver Odonatos: la fuente de la teta. Había merendero, fuente  y riachuelo además de un precioso estanque donde se reflejaban los grandes árboles.  Allí fue donde vimos el Calopteryx virgo, ya que la salida estaba centrada en los Odonatos fluviales y este caballito del diablo es grande y de una belleza espectacular. Sólo había un ejemplar porque el tiempo estaba fresquito, pero empiezo a sospechar que Josean les silba y vienen… También aparecieron  Coenagrium mercuriale,

que es además raro, Ceriagrion tenellum y larvas de Libelula depressa.

Para terminar ya en Vitoria, nos acercamos a las charcas de Zabalgana donde avistamos Lestes sponsa y Sympetrum meridonale.

Sin duda, tras este estímulo, los participantes mantendremos los ojos abiertos a estas fascinantes criaturas en los días cálidos del verano,  cuyas costumbres y peculiaridades no dejan de interesarnos y ya sabemos como se las gastan a la hora de aparearse.

Texto y fotos: Carolina Larrosa