Bichos raros en el Pantano de Landa 9 XI 2008

A menudo una salida de campo se convierte en un espacio filosófico. Por supuesto que depende de la compañía, de la disposición y de la sensibilidad para las pequeñas cosas.

El pasado domingo fue un día soleado de otoño. El pantano de Landa se había llenado de fochas dentro y fuera del agua, picoteando el suelo como gallinas de corral. Por el camino, la conversación saltaba desde las hojas a contraluz de los viejos robles a la necesidad de seguir plantando árboles como legado de futuro. El paso a través de un pequeño pinar nos regaló el olor a musgos y humedad, lo que avivó el recuerdo del origen de la vida.

Así, de aquí para allá, seguimos el camino adelante, con el baile de las hojas al caer y el zigzag de la senda descubriéndonos bisbitas, chochines, lavanderas, petirrojos… Y al terminar el concierto, en el mismo espigón de tierra del año anterior, un eider elegante estiraba el luminoso cuello acompañado de un cortejo de variedad de patos que no alcanzamos a distinguir.

Allí estaba de nuevo para enseñarnos que las diferencias siempre enriquecen las manadas, y para preguntarnos tantos porqués…. Dio unos cuantos pasos hasta meterse en el agua quizá para decirnos que no siempre son tan importantes las respuestas, que en cada momento está condensada la vida y que el momento que no buscamos siempre es el más gratificante.

Texto y foto: Arantza Marcos

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