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CONOCIENDO LOS HONGOS

Nuestros compañeros del IAN Antonio y Miguel Ángel han combinado sus habituales salidas al campo con lo propio de esta temporada: identificar y conocer los hongos de nuestros bosques.
Los afortunados que hemos podido acompañarles hemos disfrutado mucho aprendiendo, e incluso en algunos casos, degustando algunas de las especies comestibles.

 

 

 

 
 
 
El mundo de los hongos sorprende al observador con colores como el del Pie azul (Lepista nuda), texturas como el del Hígado de buey (Fistulina hepatica) y formas como las de las Ramarias (Ramaria sp.).
Este es sin duda un mundo lleno de sorpresas y de estudio complicado y minucioso.

 

No obstante, con nuestros compañeros esta actividad se vuelve amena y divertida, así que esperamos poder seguir disfrutando de tanta riqueza micológica de manos de Miguel Anguel y Antonio.

 

 
 
 
Juan Carlos Barroso y Merche Larrea

Día de las aves 2007

El fin de semana del 6 y 7 de octubre se celebraba, en todo el mundo y bajo los auspicios de BirdLife International, el Día de las Aves, un evento de carácter anual que pretende llamar la atención de los ciudadanos sobre los problemas de conservación de la biodiversidad en general y de las aves en particular, así como extender la afición a la observación de aves. Pues bien, como desde hace casi 15 años, el IAN no faltó a la cita y programó para el domingo 7 una travesía marina a borde de la goleta Cantabria Infinita, con la inestimable colaboración de SEO-Cantabria.
Esta entidad gestiona, por encargo del Gobierno de Cantabria, un programa de avistamiento de aves marinas partiendo de la bahía de Santander. Hasta allí nos acercamos un grupo de 24 amigos del IAN, y zarpamos rumbo norte en una mañana con viento en calma y apenas oleaje. Esta circunstancia presagiaba una singladura cómoda y sin mareos, pero por el contrario dificultaría la detección de aves migratorias ya que éstas prefieren desplazar sus rutas hacia mar abierto.
A la salida de la bahía pudimos contemplar charranes patinegros, alguna gaviota cabecinegra y las concentraciones de gaviotas patiamarillas y sombrías, cormoranes moñudos y grandes que ocupaban el islote Mouro y aprovechan los acantilados rocosos inaccesibles y las zonas con vegetación para el reposo y la nidificación. Ya en mar abierto, aunque finalmente el flujo de migración no fue de los más intensos, sí nos permitió disfrutar con págalos grandes, pardelas sombrías y baleares, y alcatraces en diversos plumajes. Éstos últimos, atraídos por los cebos lanzados desde el barco, nos obsequiaron con espectaculares zambullidas.

Varios ejemplares de bisbita común, quizá exhaustos en un viaje que podría hacerles atravesar un largo brazo de mar, buscaron un momento de reposo en el barco. Y por último, pudimos avistar un pequeño grupo de delfines mulares.

Culminada la singladura marina, aun tuvo el grupo fuerzas para visitar la marisma de Alday, un humedal periurbano en vías de recuperación gracias al impulso de la Fundación Naturaleza y Hombre. Esta pequeña marisma es, por ejemplo, el único punto de la cornisa cantábrica donde se ha mencionado recientemente la cría del escribano palustre, y durante nuestra visita hicimos buenas observaciones de aves acuáticas (cercetas, azulones, frisos, cucharas, porrones comunes, garzas reales, garcillas bueyeras, gallinetas e incluso un cisne cantor). Un buen colofón en una jornada ornitológica diferente para todos los que vivimos “tierra adentro”.

José María Fernández
Fotos: Nerea Ruiz de Azua

SANTOÑA, FESTIVAL DE LA MIGRACIÓN DE LAS AVES

“Entre la gaviota Patiamarilla y el viento se selló el mismo pacto que entre la luz y el cielo: no son el uno sin el otro.” Joaquín Araujo

Con motivo del Festival de la Migración de las Aves en Cantabria, nuestros amigos Brian y Jose Luis organizaron esta escapada a Santoña. La primera cita era un paseo en la Goleta Cantabria Infinita, una preciosa embarcación construida por su capitán, que utiliza también como residencia habitual.

Salimos dirección alta mar, bordeando los acantilados, refugio de tantas aves. Desde cubierta, pudimos ver el halcón peregrino peinando las rocas con su veloz vuelo. Y en el mar, los alcatraces desafiaban al viento y a las olas seguros y valientes. Un ornitólogo a bordo nos ayudaba a no perder detalle de quién surcaba los cielos. Como despedida de la Goleta, un págalo parásito hizo de las suyas persiguiendo la comida de una gaviota, un espectáculo de la naturaleza que seguro recordaremos con gratitud.

Ya en tierra, nos acercamos al punto de anillamiento, donde pudimos ver y aprender de los pequeños mosquiteros musicales e ibérico, cuyo pequeño cuerpo sorprende haga tan largos viajes. Una vez más, los humanos nos quedamos pequeños. Allí nos encontramos con los maratonianos amigos del IAN que ojo avizor buscaban a los nómadas del viento.

Entre las marismas se dejaban ver varios grupos de agujas colinegras, combatientes, zarapito trinador, garza real, espátula,… buscando siempre las razones del limo.

Llegó la hora de comer y cambiamos la barra de un bar por la del interior de un observatorio, y allí, asomados a las ventanas, disfrutamos mientras comíamos de la presencia cercana de gaviotas, del martín pescador, el cormorán moñudo, el ostrero, vuelvepiedras, chorlitejos… y la inquieta lavandera blanca bordeando las orillas.

Por la tarde, el último paseo desde el convento de Montehano, el águila pescadora nos saludo en el cielo con su poderoso vuelo.
Gracias a nuestros capitanes por la organización de los 14 tripulantes, incluída la pequeña Eunate.