Me refiero a las patas rojas o naranja fuerte, según la luz, del Archibebe común. Así las calificó Brian en la primera salida de este año del IAN, que fue el pasado fin de semana a las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, en Cantabria, una excursión ornitológica que se prolongó durante dos noches y tres días magníficos en mitad de enero.
Los seis participantes nos alojamos en Argoños, cerca de Santoña,y ya desde el viernes, recién llegados al anochecer, nos dimos cuenta de que hacía mucho más calor y había menos lluvia que en Vitoria.
El pronóstico de un fin de semana húmedo y nuboso nos venía muy bien ya que en esas circunstancias las aves invernantes se acercan a la costa y el espectáculo es constante y variopinto.
A primera hora de la mañana del sábado en el puerto pesquero ya había mucho revuelo y allí estaban flirteando los cormoranes grandes y los moñudos en el agua mientras nos sobrevolaba la gaviota reidora, y el esbelto charrán pescaba delante de nosotros. Enseguida tuvimos la primera discusión sobre una gran gaviota sombría posada en un poste que algunos creíamos, por su gran tamaño, que podría ser un Gavión, mucho más raro. Brian nos sacó de dudas y ya no nos quedó ninguna cuando nos enseñó un Gavión de verdad, desde el molino de Santa Olaja, al día siguiente. Era enorme. Tuvimos mucha suerte de ver uno.
Nos quedamos un buen rato porque también había agujas y buceaban el zampullín cuellirojo y el colimbo grande.
Luego, con una luz y un tiempo estupendos, nos dirigimos al observatorio de Arenillas, que era como nuestra casa sobre la marisma para observar aves y más tarde refugiarnos y comer. Es un lugar que nunca nos defrauda. Era también el mejor momento, antes de la bajamar, cuando las aves acuden a los limos a comer y fue espectacular.Allí estaban los zarapitos y la espátula. Había zarapitos reales y trinadores pero las estrellas de la mañana, fueron las serretas medianas, muy despeinadas ellas, que algunos no habíamos visto nunca. Son patos…y patas, por supuesto.Contábamos con Alfonso y Brian para aprender y distinguir unas especies de otras. Fue entonces cuando avistamos archibebes claros y comunes y para distinguirlos nos tuvimos que fijar en las patas rojas del archibebe común, iluminadas por el sol, realmente de escándalo. Sobre todo cuando se comparaban con las del otro archibebe, llamado el claro, que son verdes y cuesta mucho más asombrarse.
Luego, los chorlitos y otras limícolas nos tuvieron absortos hasta que se produjo la bajamar, las aves disminuyeron, y nos fuimos a Escalante, que es otra parada habitual en esas marismas.
Nada mas llegar nos saludó el colirrojo tizón, con su cola naranja, en el acantilado donde pusimos el telescopio. Las espectaculares Garcetas comunes no podían faltar, claro.
Por la tarde visitamos la marisma de Bengoa entre chubasco y chubasco. Había también patos cuchara y correlimos ; además, volaba por allí el Martín pescador, como una bala.
Para terminar el día y ver la puesta de sol nos acercamos a la playa de Berria y dimos un paseo estupendo, con olas espectaculares y una luz irresistible. El rugido del mar y la soledad también lo eran.
Después, enfundamos los prismáticos y nos fuimos a Santoña a cenar a nuestro sitio habitual donde nos encontramos de maravilla.
El domingo lo dedicamos a Noja y sus marismas de Victoria y Joyel. Primero, la de Victoria en el llamado Molino de las aves donde hay un observatorio cerrado. Por allí también andaban el mirlo y el ratonero y en el agua flotaba el ánade friso y pescaba la garza real. El observatorio no lo abrían hasta más tarde así que partimos a otro observatorio en forma de torre de madera situado entre la playa de Trengandín y la marisma de Joyel, con unas magníficas vistas. Por allí merodeaban,además de nosotros, el aguilucho lagunero, el ratonero y el cernícalo. Al descender de la torre nos saludó el carbonero con su canto y su presencia y se metió en una papelera.¡Ni que fuésemos tan feos! Los hay exagerados, en verdad.
Nos acercamos a Noja a tomar un café y partimos a seguir explorando la marisma de Joyel en el pueblo de Soano donde nadaban los porrones. Dimos un paseo en el que no faltaron los petirrojos hasta el Molino de Santa Olaja, que es un molino de mareas y que fue en su día el mayor molino harinero de esa comarca de Trasmiera. Desde allí el espectáculo acuático resultaba magnífico mientras llovía y paraba de llover. La luz de esas marismas nunca defrauda.Se nos acercaron a saludar dos cisnes comunes que aparecieron de pronto nadando. A lo lejos, el Gavión, inmenso y raro. Estuvimos mucho tiempo avistando todo tipo de aves y reconociendo a estos fascinantes visitantes invernales de las marismas. Casi todos hicieron acto de presencia.
Antes de regresar al observatorio de Arenillas en Santoña para comer tuvimos ocasión de acercarnos dando un corto paseo bajo la lluvia al edificio del Ecoparque de Trasmiera, muy cerca, donde sobre una roca se agrupaban cientos de Garcillas bueyeras, otro espectáculo inesperado.
Ya en Arenillas pudimos ver a las limícolas pescar cangrejos mientras comíamos. Estábamos a lo mismo aunque su comida resultaba mucho más fresca, vivita y coleando. Tuvimos ocasión de sentimos afortunados de poder contemplar así el espectáculo de las mareas y las aves en esa caseta con corrientes y vistas panorámicas a su vida, enfrente de la cual nos hicimos una foto de grupo intentando posar con la gracia de las garzas. Veremos como hemos salido y qué piensan las garzas al respecto. Al carbonero, ni consultarle, claro.
Textos: Carolina Larrosa
Fotos: Loli Cordero, Belén Gutierrez y Brian Webster