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Paseos Ornitológicos I

A pesar de que la previsión del tiempo no era muy buena, a las 9:15 de la mañana nos reunimos las diez personas que íbamos a iniciar los paseos ornitológicos de este año en la plaza de Labastida. Puntualidad absoluta.

Nada más comenzar el recorrido comenzó a llover y solo pudimos apuntar unos jilgueros en el parque de Salinillas de Buradón.

Continuamos el paseo llegando a Zuazo de Vitoria donde tomamos el camino recientemente inaugurado que conecta este pueblo con el de Margarita. Primeras sorpresas: Dos alondras alzándose y cantando, milano real junto con ¡un alimoche! y garcillas bueyeras.

Aunque el sol no se dejó ver había dejado de llover y pasando por el bosque isla de Zuazo llegamos al de Zabalgana, completando así ambientes urbanos, de bosque, de pastos y de cultivos que nos dieron esta interesante lista de observaciones:

• Agateador común
• Alimoche común
• Alondra común
• Autillo
• Carbonero común
• Chochín común
• Cogujada común
• Cigüeña blanca
• Colirrojo tizón
• Corneja negra
• Curruca capirotada
• Escribano soteño
• Estornino negro
• Gorrión común
• Herrerillo común
• Jilguero
• Milano real
• Mirlo común
• Mosquitero ibérico
• Paloma torcaz
• Petirrojo europeo
• Pinzón vulgar
• Reyezuelo listado
• Ruiseñor bastardo
• Tarabilla común
• Triguero
• Urraca
• Verdecillo
• Verderón común

Minimaratón Ornitológico a Pie

          Un año más llevamos a cabo esta actividad, que consiste en la detección –por la vista o el oído– del mayor número posible de  especies de aves en un tiempo determinado y desplazándose exclusivamente a pie. Tras dejar un coche en Salburua, los trece participantes nos desplazamos a Okina en cuya plaza dimos inicio al maratón apuntando las especies más ligadas al ser humano: gorriones, golondrinas y vencejos comunes. Seguimos aguas abajo el curso del Ayuda y montamos el telescopio con el objetivo de detectar aves de roquedos, pero nos tuvimos que contentar con el buitre leonado (22), el cuervo (23) y el avión roquero (26). Estaba la mañana fría y con el cielo encapotado, lo que probablemente contribuyó a que las aves no mostraran mucha actividad.

        Volvimos sobre nuestros pasos para regresar al pueblo, donde vimos volando sobre el río una lavandera cascadeña (27) y un ánade azulón (28). En Okina tomamos la ruta del GR-38 hacia el norte y en los pastizales cercanos al puerto se sumaron especies de hábitats abiertos como el cernícalo vulgar (33) o la alondra totovía (34). Dedicamos un buen rato a disfrutar del escribano cerillo (31), una especie muy común hasta hace unos años que hoy resulta cada vez más difícil de encontrar en Álava. Emprendimos a continuación la bajada por la cara norte de los Montes de Vitoria y pudimos disfrutar de la belleza de los hayedos que cubren estas laderas. Desafortunadamente, fallaron la mayoría de los especialistas forestales y solo añadimos al carbonero garrapinos (35) y al zorzal charlo (36). No quisieron hacerse notar el picamaderos negro, ni el trepador azul, ni el herrerillo capuchino ni el carbonero palustre; ni siquiera conseguimos sumar al listado a especies tan comunes como el arrendajo o el pico picapinos.

          No iban bien las cosas cuando paramos a comer en Ullibarri de los Olleros, aunque un lejanísimo alcotán nos permitió llegar a las 40 especies. Parte del grupo tuvo que volver a Vitoria a atender diversos compromisos y el resto emprendimos la larga caminata que, primero por los cultivos al noroeste de Ullibarri, luego por los quejigales del entorno de la cima de El Paletón (749 m) y después atravesando los pueblos de Gámiz, Otazu, Arkaia y Arkaute, nos llevaría hasta los humedales de Salburua. Hubo que sufrir un poco para recorrer todo este itinerario, sobre todo porque las nuevas especies seguían apareciendo con cuentagotas. Podemos destacar un milano real en Otazu que nos sobrevoló a muy baja altura (49) y una cogujada común en los solares de Arkaiate cantando suspendida en medio del cielo (54). La cogujada fue precisamente la última especie detectada antes de las balsas, a las que llegamos bastante cansados y no muy animados porque, después de más de 20 km de esfuerzo, esperábamos haber sumado más de la modesta cifra de 54 especies.

       Pero las balsas, espectaculares con la masiva floración de los lirios amarillos, estaban a rebosar de aves y la lista fue creciendo a enorme velocidad. En el observatorio de los Fresnos y su entorno el somormujo lavanco hizo la especie número 60, el rascón europeo la 70 y la gallineta común nada menos que la 80. Ya en el observatorio de las Zumas observamos una garza real (81), y un lejano andarríos chico que nos permitió alcanzar las 82 especies. Superamos así nuestro particular récord, que en 2021 establecimos en una ruta similar a la de esta ocasión pero comenzando en Aberasturi. Tocaba todavía ir a Okina a recuperar los coches con la mente puesta ya, primero en poder descansar cuanto antes, e inmediatamente después en el recorrido del próximo año.

MINIMARATÓN ORNITOLÓGICO A PIE IAN
OKINA-SALBURUA 7 de mayo de 2023

  1. Golondrina común
  2. Gorrión común
  3. Jilguero
  4. Vencejo común
  5. Colirrojo tizón
  6. Cuco común
  7. Paloma torcaz
  8. Zorzal común
  9. Escribano soteño
  10. Verdecillo
  11. Mirlo común
  12. Reyezuelo listado
  13. Curruca capirotada
  14. Pinzón vulgar
  15. Petirrojo
  16. Mosquitero ibérico
  17. Chochín
  18. Pito real
  19. Corneja
  20. Agateador común
  21. Carbonero común
  22. Buitre leonado
  23. Cuervo
  24. Herrerillo común
  25. Busardo ratonero
  26. Avión roquero
  27. Lavandera cascadeña
  28. Ánade azulón
  29. Estornino negro
  30. Mito
  31. Escribano cerillo
  32. Verderón común
  33. Cernícalo vulgar
  34. Alondra totovía
  35. Carbonero garrapinos
  36. Zorzal charlo
  37. Escribano triguero
  38. Paloma doméstica
  39. Urraca
  40. Alcotán europeo
  41. Lavandera boyera
  42. Tarabilla común
  43. Lavandera blanca
  44. Acentor común
  45. Cistícola buitrón
  46. Mosquitero papialbo
  47. Codorniz común
  48. Aguililla calzada
  49. Milano real
  50. Milano negro
  51. Cigüeña blanca
  52. Tórtola turca
  53. Zarcero políglota
  54. Cogujada común
  55. Cetia ruiseñor
  56. Cigüeñuela común
  57. Ánade friso
  58. Focha común
  59. Ánsar común
  60. Somormujo lavanco
  61. Carricero tordal
  62. Cuchara común
  63. Aguilucho lagunero
  64. Combatiente
  65. Zampullín común
  66. Cerceta común
  67. Garcilla bueyera
  68. Porrón moñudo
  69. Avión común
  70. Rascón europeo
  71. Porrón europeo
  72. Espátula
  73. Gaviota reidora
  74. Gaviota patiamarilla
  75. Garceta común
  76. Correlimos menudo
  77. Chorlitejo grande
  78. Archibebe común
  79. Garceta grande
  80. Gallineta común
  81. Garza real
  82. Andarríos chico

 

Día de las Aves: “MIGRACIÓN EN RONCESVALLES”

¿Cuál es la herramienta imprescindible para un día de observación de la migración?  ¿Qué no debe faltar en el equipo del ornitólogo bien pertrechado? Los muy cafeteros dirán “telescopio”. Los más disolutos contestarán “buen humor”. Pero los mejor informados señalarán “hamaca”. Porque el artilugio playero casa perfectamente con la esencia de la tarea que se tiene por delante.

  • Atención semipermanente y relajada, confiada en el efecto manada porque, entre tantos, alguien verá y avisará.
  • Incapacidad para controlar acontecimientos imprevisibles, es decir, por mucho esfuerzo que se aplique mirando, las aves no aparecerán franqueando el collado más que cuando a ellas les parezca oportuno.
  • Convicción íntima de que los pronósticos presuntamente técnicos, basados en la meteorología y en el conocimiento del flujo migratorio, tienen la misma confiabilidad que un deseo bienintencionado.

Eso sí, la comodidad absoluta en el puesto de vigilancia requiere asistencia alimenticia regular y protección térmica adecuada; no en vano nos encontramos en un puerto pirenaico y no en los arenales de Benidorm, a pesar de la actitud sospechosamente vacacional de los observadores.

Pero ¿y las aves? Se acaba de dar a conocer el récord de distancia recorrida, sin escalas, en un viaje migratorio: los 13.560 km que separan Alaska de Tasmania, un vuelo de 11 días seguidos sin detenerse. No está mal para una aguja colipinta de apenas 600 g de peso. Sin duda hay algo épico y asombroso en la migración, por más que los científicos se empeñen en buscar claves fisiológicas, bioenergéticas y ecológicas que transformen la hazaña en dato. Por mi parte, ahora mismo prefiero pensar que los inquietos pinzones y las parsimoniosas cigüeñas negras que culminan el col de Lindus con la vista sobre la sierras de la Navarra media, sean los equivalentes alados de esos otros peregrinos que cruzan la colegiata de Roncesvalles, también guiados por promesas de tierras lejanas y un camino trazado por memoria de siglos.

Mientras, un quebrantahuesos adulto, la mítica águila-buitre de las montañas del Viejo Mundo, sobrevuela los cresteríos de Ibañeta. Él permanecerá aferrado a su territorio durante todo el invierno. Más aún, en lo más crudo de la estación se entregará a la reproducción, y mantendrá el calor del huevo en el nido a costa de aguantar durante semanas, inmóvil y estoico, las inclemencias desatadas. Es otro prodigio de resistencia. Y si no fuera porque desde la hamaca me cuesta percibirlo, diría que esboza una mueca de desdén respecto a los pinzones, cigüeñas, golondrinas, bisbitas, esmerejones y cormoranes, que optan por el escapismo.

 

 

Texto y foto: José María Fernández García