IZKI NATURALEZA Y CULTURA I

El pasado 14 de marzo de 2021 tuvimos la oportunidad de llevar a cabo una salida a la naturaleza que nos quedó pendiente a la gente del IAN a raíz de la declaración del estado de alarma hacía exactamente un año. En esta ocasión pudimos hacerla, aunque el dichoso virus nos obligó a limitar el cupo de participantes a sólo 6 personas.
La mañana era fría y gris, quizá preludio de la posible llegada de la “nevada del pecu”, como denominan aquí a la típica nevada primaveral que ofrece la curiosa estampa del monte nevado con el sonido de fondo del cuco. Arrancamos de Urturi a las 9.30 Rocío, Maite, Iñaki, Javi, Bea y Andoni, por el viejo camino de Marizurieta que se dirige a Markinez atravesando el marojal. En esta ocasión se trataba de saborear el gran bosque en toda su esencia y, al mismo tiempo, tratar de aprender algo sobre los usos humanos antiguos en esta comarca de Izki: comunidades, aprovechamientos, bienes colectivos y vecinales…naturaleza y cultura.

De camino hacia Lurduri, en Urturi. Todo menos calor… (foto: Iñaki Arrate)

El primer tramo, de espacios abiertos, nos sirvió para comprender la peculiar orografía del marojal de Izki: se trata de una cubeta rodeada de montañas más altas. Los suelos extraordinariamente arenosos de dicha cubeta posibilitan el reinado del roble almez o roble basto, el Quercus pyrenaica, árbol prácticamente omnipresente en este medio. Tras dejar atrás la caseta de “los amigos del jabalí” nos introdujimos en el arbolado, aún desnudo, en la ladera de Lurduri.

Un breve ascenso nos llevó al curioso paraje de Portaleta, actualmente denominado Peña del portal. Antaño este arco rocoso fue el lugar elegido por los representantes de la comunidad de Ezkerran para celebrar sus reuniones al abrigo, reuniones en las cuales se decidía la normativa para la gestión de sus montes, las prohibiciones y sanciones, etc. Posteriormente cambiaron de ubicación, trasladándose a un lugar cercano que también visitamos.

Peña de Portaleta o del Portal, Urturi. (foto: Iñaki Arrate)

En efecto, poco después llegamos a una peña muy parecida, en este caso se trataba de la peña de Martinarri, ya en territorio treviñés, que cogió el relevo a la anterior como punto de encuentro para las reuniones mencionadas. Los alcaldes montaneros de Bajauri, Obekuri, Urturi, Quintana, Markinez, Urarte y el desaparecido Rituerto acudieron aquí durante siglos pero, mucho tiempo atrás, retrocediendo miles de años, Martinarri también fue un lugar importante para algunas comunidades humanas que utilizaron el abrigo de la peña y su zona exterior como lugar de despiece para las abundantes presas que cazaban en la zona. Resultaba realmente curioso saber que estábamos pisando exactamente el mismo paraje, pero con botas de monte y ropa de última generación.

Peña de Martinarri, Obekuri. (foto: Iñaki Arrate)

Abandonamos Martinarri entre cantos de piconcetes (trepadores azules) y asombrándonos con la presencia de una solitaria encina que no sabemos qué “pinta” allí entre marojos. Tras el roturo de Las Limpias bajamos poco a poco hacia la balsa de Obekuri. En el agua pocas aves, aunque pudimos disfrutar de un somormujo y un aguilucho lagunero. No estaba el día para largas paradas así que tras un breve hamaiketako emprendimos el regreso circular hacia Urturi por el tranquilo bosque de Arrugaza. La presencia de acebos en el marojal fue llamando cada vez más atención, tanto por el porte de algunos de ellos como, sobre todo, por la enorme cantidad que existe en esta zona fronteriza entre Urturi y Obekuri. Se trata de un acebal impenetrable, refugio de zorzales alirrojos y reales durante el crudo invierno.

En esta fecha ya no quedaban ni los unos ni los otros, aunque el gran bosque ofrecía un concierto intermitente de voces a pleno pulmón: la avica (chochín), el chuín (pinzón), el papirrojo (petirrojo), algún probable picapinto (pico mediano)…

Tras un auténtico baño de bosque salimos a terreno abierto, donde a alguna de nosotros le pareció avistar una rapaz blanquecina planeando sobre las fincas, tal vez un resmar (aguilucho pálido). Desde ahí hasta el cercano Urturi fue un corto camino, además siempre cuesta abajo. Al fondo, al sur, sobre la vega de Navarrete se alzaba imponente la Sierra de Toloño…¿acaso es de Cantabria? Terreno pantanoso en el que un servidor no se quiere mojar.

Ya era el mediodía cuando llegamos a nuestros vehículos con la satisfacción de una agradable jornada y las ganas de vernos de nuevo en otras similares. Seguro que así será porque las buenas costumbres no hay que perderlas.  ¡Hasta pronto!.