Salida Loberas

El 15 de noviembre, doce “valientes” se atrevieron a visitar varias loberas en el Monte Santiago, en el término municipal de Berbarana, en Burgos, justo en el límite con Álava. El día empezó con frío y niebla y siguió con más frío y más niebla.

A causa del mal tiempo hubo que cambiar el itinerario previsto, ya que en un principio la idea era ir andando desde el repetidor de Osma hasta el Nacedero del Nervión, para poder recorrer la zona por la cima, dejando todo el valle de Losa a nuestros pies, pero la niebla nos lo impidió. Así que, como alternativa, dejamos el coche en el primer aparcamiento de la pista de acceso al Monte Santiago, considerado Monumento Natural, y cogimos el sendero PR.BU.48 “ Camino de Alterla”, llegamos a una bifurcación de senderos, PR.BU. 48 al Este y el PR.BU.50 “Senda del Encinal”al Oeste, y seguimos por una pequeña senda hacia el Sur, subiendo la ladera. La niebla hacia que tuviéramos que esperarnos cada poco para no perdernos ninguno. Por el camino Antonio nos iba enseñando setas, muchas de ellas comestibles, que algunas de ellas acabaron en la mochila (por supuesto no llegamos en ningún caso a los 2 kilos).

 

Dejamos la zona de pastos y matorral, y llegamos a una mancha de hayedo, donde sorprendimos a un corzo, que salio pitando por si acaso no éramos de los “buenos”. En esa zona encontramos la primera lobera, llamada “Loberas Viejas”, una de las más antiguas que se conocen en la Península Ibérica, pero que por desgracia se encuentra ya muy deteriorada, aunque todavía puede observarse parte de las paredes y se intuye el foso. Después, anduvimos menos de un kilómetro y nos topamos con el foso de la lobera de “Fontanillas”, mucho mejor conservado, seguramente porque fue utilizada hasta tiempos más recientes que la otra. Las paredes del foso están formadas en su parte inferior por piedra natural, lo que condicionó probablemente la elección de este enclave y no otro para construir el callejo de la lobera. La presencia de vegetación cubriendo parte de las paredes, un haya vieja caída y la niebla le daba un encanto de un “día de lobos”.

 

La vuelta se hizo más dura, ya que la niebla y una fina lluvia nos impedía ver el camino de vuelta, y para no engañaros nos desorientamos un poco y anduvimos un poquillo más, pero a pesar de ello y las inclemencias climatológicas no hubo ningún suspiro de desesperación, ni queja, lo que se agradece muchísimo.

El objetivo de esta salida era enseñar la existencia de estas viejas trampas utilizadas para la caza de lobos al menos desde la Baja Edad Media hasta principios del siglo XX. Son estructuras impresionantes, exclusivas del norte de la Península Ibérica, y que fueron construidas piedra a piedra, sin utilizar ninguna masa de unión, con paredes convergentes de varios kilómetros de longitud, un trabajo duro y extraordinario. La caza de los lobos movía a la gente de todos los pueblos del valle que participaban en las “corridas” y éstas acababan siendo una gran fiesta y acto social, aunque no para el lobo.

 

Es importante conservar estas estructuras que guardan historias inimaginables de nuestros antepasados y testimonian formas de vida antiquísimas. También es importante conservarlas siguiendo la misma forma como las construyeron, si no perderán todo su encanto.

 

Texto y fotos: Nerea Ruiz de Azúa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *