Un domingo de enero que parece primavera. Volvemos a venir a este pequeño y accesible paraíso de aves y ornitólogos. La marea está bajando y nuestra cita con el barco de “Aves cantábricas” está a punto de comenzar. A bordo nos esperan el patrón y el ornitólogo Alejandro García, que como buen guía tiene una templanza y unos ojos que parece que nos pone, para observarlas, las aves “en bandeja”.
Una pequeña pero intensa travesía recomendable para los que aún no sabíamos distinguir entre el zampullín cuellinegro y el cuellirrojo en invierno, o nunca habíamos visto un colimbo, un eider, un negrón, una barnacla carinegra o un tarro blanco. Contamos más de 30 especies diferentes, comiendo, descansando o arreglando su plumaje en los bancos de arena. Aunque el águila pescadora no se dejó ver sabíamos que andaba por allí con sus ojos más vivos y abiertos que los nuestros.
Cuando miras desde el barco la hermosa variedad y cantidad de aves te sientes un poco intruso, un intruso agradecido que observa y disfruta de la siempre sorprendente naturaleza.
Gracias a Alejandro, al amigo Brian (organizador y fotógrafo de la expedición) y a la buena compañía.
* Un dato curioso que aprendimos: el ostrero puede vivir al menos hasta 40 años. Nos preguntamos si su longevidad tendrá que ver con su alimentación… Sería estupendo que los seres humanos no dañáramos su esperanza de vida.