Algún dia echaremos de menos a los gorriones.

Siempre han estado con nosotros. Son quizás las aves más conocidas junto a sus hermanas mayores las palomas. Pero a diferencia de ellas los gorriones comunes son cada vez menos abundantes. Nos parecían infinitos, inacabables, pero lo cierto es que se acaban son finitos. En algunas ciudades de Europa ya son solo un recuerdo. No sabemos muy bien porque. Quizás nuestro proyecto ayude a que sigan con nosotros mucho tiempo. Nos sentiríamos orgullosos de saber que gracias al impulso de unos cuantos voluntarios éstas pequeñas y traviesas aves seguirán alegrándonos con sus persecuciones y chillidos.

Juan Ramón Jimenez los describió soberbiamente. La verdad es que tras leerlo he preferido darle la palabra.

Gorriones

La mañana de Santiago está nublada de blanco y gris, como guardada en algodón. Todos se han ido a misa. Nos hemos quedado en el jardín los gorriones, Platero y yo.

¡Los gorriones! Bajo las redondas nubes, que, a veces, llueven unas gotas finas, ¡cómo entran y salen en la enredadera, cómo chillan, cómo se cogen de los picos! Este cae sobre una rama, se va y la deja temblando; el otro se bebe un poquito de cielo en un charquillo del brocal del pozo; aquél ha saltado al tejadillo del alpende, lleno de flores casi secas, que el día pardo aviva.

¡Benditos pájaros, sin fiesta fija! Con la libre monotonía de lo nativo, de lo verdadero, nada, a no ser una dicha vaga, les dicen a ellos las campanas. Contentos, sin fatales obligaciones, sin esos olimpos ni esos avernos que extasían o que amedrentan a los pobres hombres esclavos, sin más moral que la suya ni más Dios que lo azul, son mis hermanos, mis dulces hermanos.

Viajan sin dinero y sin maletas; mudan de casa cuando se les antoja; presumen un arroyo, presienten una fronda, y sólo tienen que abrir sus alas para conseguir la felicidad; no saben de lunes ni de sábado; se bañan en todas partes, a cada momento; aman el amor sin nombre, la amada universal.

Y cuando las gentes, ¡las pobres gentes!, se van a misa los domingos, cerrando las puertas, ellos, en un alegre ejemplo de amor sin rito, se vienen de pronto, con su algarabía fresca y jovial, al jardín de las casas cerradas, en las que algún poeta, que ya conocen bien, y algún burrillo tierno —¿te juntas conmigo?— los contemplan, fraternales.

(LXIII) De: Platero y yo     JUAN RAMÓN JIMENEZ

 

“BIOED”
PROYECTO BIODIVERSIDAD en EDIFICIOS
INSTITUTO ALAVÉS DE LA NATURALEZA-ARABAKO NATUR INSTITUTUA
Financiación aportada por EROSKI a través de la conciencia medioambiental ciudadana de Vitoria-Gasteiz.

 

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