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Mi padre botánico

Pedro Uribe-Etxebarria era mi padre botánico y alguien a quien consideraba un regalo de los dioses y del IAN, así que desde el desgraciado accidente no he podido dejar de llorarle y de recordar todos los momentos atesorados con él y con los compañeros de botánica a lo largo de los años.
Pedro, desde que te has muerto, no dejamos, y hablo en plural porque sé que somos muchos, de pensar en ti, en nuestros recuerdos contigo, en aquel día que nos explicaste la lenteja de agua en Opakua, bajo la lluvia, con los pies metidos en una charca, tu paraguas negro e inmenso abierto, y nosotros, con el concierto de la lluvia y sin paraguas, escuchándote embobados durante una hora, a tu alrededor. Nunca lo olvidaremos ya que además la mayor parte de nosotros nos cogimos la gripe auténtica.  Tu magnetismo y poder de convocatoria eran tan grandes como tu corazón botánico, didáctico y científico.
Tú nos explicaste el ovario súpero e ínfero de las flores, nos preparaste esquemas y salidas botánicas únicas  en hojas con dibujos y hojas primorosas que aún atesoramos, nos llevaste a ver el Narcissus varduliensis al lugar donde lo descubriste y al que diste su nombre. Sólo había cinco ejemplares y fue un día para no olvidar, ya que apareció, un rato más tarde, una pareja madura,  y ella llevaba los cinco ejemplares en un precioso ramo, recién cortados. Tu reacción y la explicación que les diste para no arrancar flores ni plantas fue una lección de ecología y comunicación, que algunos nunca olvidaremos. Nos sabíamos parte de algo único.
Querido Pedro, botánico, maestro, amigo y co-fundador del IAN,

que sepas, que estamos celebrando los 25 del IAN contigo, y que tu lo tiñes todo con tu muerte inesperada; que cuando a finales de este noviembre celebremos ese cuarto de siglo, todos estaremos recordándote y lo que compartimos contigo o a través de ti, que cuando la coral Urkide nos cante en inglés un Aleluya de Leonard Cohen, que será la primera vez que lo canten en público, que sepas, que va por ti, amigo, maestro, padre botánico, siempre añorado, porque hiciste que lo difícil fuera asequible, porque con tu independencia y trabajo nos marcaste el camino, y tus amigos del IAN eran los nuestros. Eras un roble y plantaremos uno en tu memoria, no lo dudes, para que se haga bosque, como nosotros a tu alrededor.

El “Aleluya” de Cohen tiene una letra poética y complicada sobre el amor, nada convencional, ya que tu no lo eras tampoco, y en el estribillo dice que hay que preguntarse si el aleluya es el sagrado o el roto. En nuestro caso es ambos. El roto aleluya porque tu muerte súbita nos ha roto el corazón,  y el sagrado, porque celebramos tu vida con nosotros, tu obra, tu legado, tus 60 años tan bien aprovechados. Se lo dedicaremos también a tu familia y a los que te amaron.

Cuando nos lo canten  a todos los socios ahí presentes, que sepas que esperamos que  tu familia te represente in memoriam, y que ya vimos en tu funeral que tu hijo Adrián es como una gota de agua parecido a ti, y tu voz, era la de tu hermano Luis.  En la foto adjunta, muchos hubiéramos querido ser el que lleva las bolsas de Lidle tu lado, pero nos alegramos de que sea tu hijo Adrián, por supuesto. Que sepas, querido Pedro Uribe- Etxebarria, que un día, ya no tan lejano, espero estar en el palacio de los vientos contigo y con Iñaki Zorrakin, y con Manso y su grupo de setas, y con todos los socios del IAN fallecidos,  que son de nuestro amado bosque, que espero ser parte de la naturaleza, espora y flor, insecto y roca, y estar contigo y con ellos para siempre, pero mientras tanto, algunos de nosotros, podemos asegurarte que seguirás viviendo primaveras con nosotros, y que cada narciso y lenteja de agua serás tú, y tu serás todos los narcisos y arenarias, todos los ovarios ínferos, súperos y los intermedios también, los más difíciles.  Nos enseñaste que las cosas importantes son difíciles, como la botánica, pero emocionantes al lado de los que saben compartir. Solos estamos perdidos.

También quiero informarte de que el Museo de Ciencias naturales celebra  su cuarto de siglo y en su exposición, interesantísima,  sales tú en los pliegos del Herbario Vit y en una preciosa foto; que sales tú en la prensa local y glosan  tu legado, y en los herbarios de todas las universidades españolas hay un pésame y una celebración de tu vida y obra.
Este otoño, Pedro Uribe- Etxebarria, todas las conmemoraciones y todas las semillas van por ti, y por el IAN. Hemos sido afortunados de tenerte, y celebraremos lo que fue y lo que ha sido contigo y para siempre, y ese herbario que era tu vida entera será parte de nuestra misión y homenaje.  Lo preservaremos y colocaremos en el lugar adecuado, donde sea más útil y visible, no lo dudes. No tienes ya de que preocuparte porque ya lo hacen el Museo de Ciencias Naturales y tus compañeros del IAN.  Desde el 9 de octubre no dejamos de llorarte, de recordarte y de pensar en ti. ¿Por qué será?
Carolina Larrosa

Recordando a Pedro Uribe-Echebarria

A veces en momentos de tranquilidad, me gusta hacerle pasar por mi cabeza, a pesar del nudo que se me pone en la garganta y de las lágrimas que me salen. Me gusta recordarle porque al hacerlo de nuevo siento las emociones que sentí al encontrar aquella genista rastrera en el portillo Lerón, porque me vuelven a impactar como hace 20 años esos comentarios que me hizo sobre las gramíneas. Le veo asomado al Zadorra en Eskalmendi tomando notas y siento de nuevo la alegría del fin del proyecto de golf de Gamarra. Le veo en Izki y me veo rodeado de muchos de los que son ahora compañeros y amigos del IAN. La última vez le vi en una exposición en Elorrio y me hace recordar a Iñaki Zorrakin. Y también me veo a mí, con las claves en un prado de montaña agachado, tranquilo y absorto frente una pequeña flor.

De nuevo he llorado, pero son muy buenos momentos los que le debo; esos y los que me quedan por pasar. Gracias Pedro.

Jaime Ortiz de Urbina

OBARENES, SEGUNDA PARTE

Con motivo del Día de las Aves, evento promocionado por BirdLife International y celebrado en todo el mundo, ocho temerarios socios del IAN realizamos una visita al monte Humión, el más alto de la sierra de Obarenes con sus 1.435 m. El objetivo era observar aves de media montaña, características del piso supraforestal, allí donde el bosque deja paso a los matorrales y pastizales petranos. La innivación, el diente del ganado y las esporádicas quemas limitan hoy por hoy el asentamiento de los árboles por encima de los 1.200 m, aunque en algunos sectores –especialmente los orientados al N- los frugales pinos silvestres van subiendo poco a poco, como tenaces alpinistas a cámara lenta.

El caso es que desde las cimas de Obarenes, la Biogeografía deja de ser una disciplina difusa para cobrar vida. Los Pirineos en la lejanía hacia el este, la Cantábrica hacia poniente, y las modestas Tesla, Obarenes y Cantabria a modo de puente y corredor entre aquellos grandes refugios faunísticos. Casi puede uno imaginar al quebrantahuesos volando del uno al otro confín de este norte ibérico, prospectando camperas con ganado y rincones acantilados donde sus antepasados, aquellos que José Antonio Valverde todavía alcanzó a registrar en Pancorbo en los años 50 del siglo XX, nidificaban secularmente antes de su triste desaparición.

La nómina de aves de esta sierra es, así pues, una versión empobrecida de la que le correspondería. Falta también la perdiz pardilla, cuyo nicho ecológico ha sido ocupado por una inesperada perdiz roja montañera, que prospera en los brezales-enebrales, lejos de los cultivos de cereal que se le suponen propios, allá abajo en el llano. Lo mismo cabe decir de la alondra, a la que generalmente asociamos a las tierras agrícolas, donde padece un declive galopante. Las cumbres deforestadas son el reino de la chova piquirroja, la tarabilla común, la curruca rabilarga, el acentor común y el bisbita alpino.

En 2011 otra expedición del IAN a estos parajes tuvo que enfrentarse a las inclemencias meteorológicas. En esta ocasión las dificultades a vencer no fueron otras que el fuerte desnivel de algunos repechos, pero el Humión nos mostró una cara más amistosa. Afortunadamente, segundas partes no fueron siempre malas, y pudimos volver a casa con nuevos paisajes en la retina, algunos conocimientos para la experiencia, y cuestiones sobre especies, comunidades y hábitats en la cabeza, que es lo que nos hace mejores naturalistas.

Texto y foto: José María Fernández García