El 31 de mayo, 26 personas hemos disfrutado de un soleado dia en Atauri y Maestu, con una visita guiada por Ibai, guía local, a la Mina de asfalto.
Atauri se desarrolló por el ferrocarril Vasco Navarro que iba de Estella a Vitoria y Bergara, llevando ganado, asfalto y pasajeros, hasta que se cerró el 31/12/1967.
La Mina es de asfalto natural, con la que se hacían “panes” para hacer suelos, de frontones por ejemplo y “baldosas” para hacer edificios.
Las minas tienen nombre de mujer, Teresa, Lucía…Trabajaron en la fábrica, 90 personas, 20 por turno. La que visitamos funcionó desde 1872 hasta 1920 oficialmente y algo más hasta 1950.
Tiene un fondo de 270 metros, se ven las huellas de las vagonetas en el suelo y de los barrenos en las paredes donde se metían los cartuchos de dinamita. Hubo muchos accidentes y enfermos de silicosis.
Tras la visita guiada usando cascos y frontales, vimos un video interesante.
Tras un breve paseo llegamos a la ermita de la Soledad y más adelante a Maestu, donde disfrutamos de una buena comida en el restaurante Los Roturos.
Vuelta en bus a Vitoria sobre las 18h.
Muchas gracias a Bea Alonso por organizar la salida. Al IAN por pagarnos el bus y la entrada a la mina y a todos/as por el buen día que pasamos.
El sábado 20 de mayo salimos en cuatro coches a las diez de la mañana 17 socios, que nos habíamos apuntado, para visitar en el pueblecito vizcaíno de Mañaria el museo y fundación de ciencias naturales del Duranguesado, que se llama Hontza.
Allí nos esperaba su fundador y presidente, Enrike Huerta, y la joven Leire, de Gernika, la persona que nos iba a hacer la visita guiada por las instalaciones. Junto a ambos pasamos una mañana inolvidable.
Este museo cuenta hoy día con 45.000 ejemplares traídos de los cinco continentes, y nació de la mano de Enrique Huerta en 1962. Los ejemplares incluyen fósiles, minerales y todo tipo de animales del mundo y de hábitats, incluyendo los marinos, especialidad de Enrique. Provienen, sobre todo, de donaciones de otras colecciones a través de las décadas. Los ejemplares están muy bien expuestos y sorprende la variedad y la calidad. Mantuvo nuestro interés hasta el final, y fue un gran viaje a través del mundo y la variedad de especies que alberga. Ya desde la entrada, nos recibieron una jirafa disecada, un ornitorrinco, un albatros y otras curiosidades sorprendentes. Hoy en día estas colecciones ya no se podrían hacer ni esos animales disecar, por lo que resulta tan diferente y único.
Tras pasar dos horas intensas y fascinantes, nos despedimos mostrando nuestro interés en volver, ya de forma individual, para verlo más despacio y detenernos cada uno en lo que más nos atrajese, además de enseñárselo a otros. Hay mucho y espectacular. Sólo nos fuimos porque era ya la hora de cerrar.
Nos dirigimos a la plaza mayor, con bares y terrazas y unas vistas espectaculares sobre el monte Mugarra, entre otros. Mañaria está rodeado de montes. Hacía buen tiempo, con sol y nubes, a pesar del pronóstico de lluvia y frío. Allí nos tomamos un aperitivo en agradable conversación entre nosotros hasta que llegó un chubasco repentino y nos refugiamos bajo un alero, allí mismo. Como pasó pronto, empezamos a charlar con Enrike Huerta, que pasaba por allí, e iniciamos una agradable conversación con él, que nos contó muchas cosas del lugar y del museo y sus vicisitudes, además de contestar a nuestras preguntas. De allí nos fuimos al restaurante Errekondo, a la vuelta de la esquina, donde habíamos reservado, y pasamos otras dos horas deliciosas en agradable tertulia con nuestros compañeros, mientras nos sacaban la comida, sencilla y estupenda.
Satisfechos y relajados, hicimos un brindis por la organizadora, nuestra secretaria Flor, que nos había llevado a ver algo que no conocíamos la mayoría, en el Duranguesado: La Fundación y Museo Hontza. Pello dijo que teníamos que hacer algo así una vez al año, a partir de ahora. Nos pareció una buena idea.
Antes de despedirnos, nos sacamos unas fotos mientras contemplábamos la iglesia enfrente, allí mismo, y regresamos a Vitoria, renovados y más contentos que unas pascuas. Y seguiremos pensando durante unos días en todo lo que hemos visto y vivido juntos, la belleza de lugar y del valle, en este mayo primaveral, y en el mejor Museo de Ciencias Naturales de Euskadi, que se encuentra en Mañaria.
El pasado 14 de marzo de 2021 tuvimos la oportunidad de llevar a cabo una salida a la naturaleza que nos quedó pendiente a la gente del IAN a raíz de la declaración del estado de alarma hacía exactamente un año. En esta ocasión pudimos hacerla, aunque el dichoso virus nos obligó a limitar el cupo de participantes a sólo 6 personas.
La mañana era fría y gris, quizá preludio de la posible llegada de la “nevada del pecu”, como denominan aquí a la típica nevada primaveral que ofrece la curiosa estampa del monte nevado con el sonido de fondo del cuco. Arrancamos de Urturi a las 9.30 Rocío, Maite, Iñaki, Javi, Bea y Andoni, por el viejo camino de Marizurieta que se dirige a Markinez atravesando el marojal. En esta ocasión se trataba de saborear el gran bosque en toda su esencia y, al mismo tiempo, tratar de aprender algo sobre los usos humanos antiguos en esta comarca de Izki: comunidades, aprovechamientos, bienes colectivos y vecinales…naturaleza y cultura.
De camino hacia Lurduri, en Urturi. Todo menos calor… (foto: Iñaki Arrate)
El primer tramo, de espacios abiertos, nos sirvió para comprender la peculiar orografía del marojal de Izki: se trata de una cubeta rodeada de montañas más altas. Los suelos extraordinariamente arenosos de dicha cubeta posibilitan el reinado del roble almez o roble basto, el Quercus pyrenaica, árbol prácticamente omnipresente en este medio. Tras dejar atrás la caseta de “los amigos del jabalí” nos introdujimos en el arbolado, aún desnudo, en la ladera de Lurduri.
Un breve ascenso nos llevó al curioso paraje de Portaleta, actualmente denominado Peña del portal. Antaño este arco rocoso fue el lugar elegido por los representantes de la comunidad de Ezkerran para celebrar sus reuniones al abrigo, reuniones en las cuales se decidía la normativa para la gestión de sus montes, las prohibiciones y sanciones, etc. Posteriormente cambiaron de ubicación, trasladándose a un lugar cercano que también visitamos.
Peña de Portaleta o del Portal, Urturi. (foto: Iñaki Arrate)
En efecto, poco después llegamos a una peña muy parecida, en este caso se trataba de la peña de Martinarri, ya en territorio treviñés, que cogió el relevo a la anterior como punto de encuentro para las reuniones mencionadas. Los alcaldes montaneros de Bajauri, Obekuri, Urturi, Quintana, Markinez, Urarte y el desaparecido Rituerto acudieron aquí durante siglos pero, mucho tiempo atrás, retrocediendo miles de años, Martinarri también fue un lugar importante para algunas comunidades humanas que utilizaron el abrigo de la peña y su zona exterior como lugar de despiece para las abundantes presas que cazaban en la zona. Resultaba realmente curioso saber que estábamos pisando exactamente el mismo paraje, pero con botas de monte y ropa de última generación.
Peña de Martinarri, Obekuri. (foto: Iñaki Arrate)
Abandonamos Martinarri entre cantos de piconcetes (trepadores azules) y asombrándonos con la presencia de una solitaria encina que no sabemos qué “pinta” allí entre marojos. Tras el roturo de Las Limpias bajamos poco a poco hacia la balsa de Obekuri. En el agua pocas aves, aunque pudimos disfrutar de un somormujo y un aguilucho lagunero. No estaba el día para largas paradas así que tras un breve hamaiketako emprendimos el regreso circular hacia Urturi por el tranquilo bosque de Arrugaza. La presencia de acebos en el marojal fue llamando cada vez más atención, tanto por el porte de algunos de ellos como, sobre todo, por la enorme cantidad que existe en esta zona fronteriza entre Urturi y Obekuri. Se trata de un acebal impenetrable, refugio de zorzales alirrojos y reales durante el crudo invierno.
En esta fecha ya no quedaban ni los unos ni los otros, aunque el gran bosque ofrecía un concierto intermitente de voces a pleno pulmón: la avica (chochín), el chuín (pinzón), el papirrojo (petirrojo), algún probable picapinto (pico mediano)…
Tras un auténtico baño de bosque salimos a terreno abierto, donde a alguna de nosotros le pareció avistar una rapaz blanquecina planeando sobre las fincas, tal vez un resmar (aguilucho pálido). Desde ahí hasta el cercano Urturi fue un corto camino, además siempre cuesta abajo. Al fondo, al sur, sobre la vega de Navarrete se alzaba imponente la Sierra de Toloño…¿acaso es de Cantabria? Terreno pantanoso en el que un servidor no se quiere mojar.
Ya era el mediodía cuando llegamos a nuestros vehículos con la satisfacción de una agradable jornada y las ganas de vernos de nuevo en otras similares. Seguro que así será porque las buenas costumbres no hay que perderlas. ¡Hasta pronto!.
El Instituto Alavés de la Naturaleza-Arabako Natur Institutua (IAN-ANI) es una asociación cultural y científica, de carácter no lucrativo cuyos fines son: El estudio y conocimiento del medio natural;La divulgación de sus conocimientos y resultados de las investigaciones realizadas; La protección y conservación del patrimonio natural.