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El herbario digital en Panticosa (Huesca)

El fin de semana del 7 y 8 de julio, el Herbario digital se desplazó a los Pirineos, con base en Panticosa (Huesca), donde 8 miembros del equipo, tras sendos madrugones ambos días, y doce horas de trabajo, lograron determinar y fotografiar unas cien plantas, todo un record.

La experiencia, muy intensa, comenzó el sábado en el valle de Tena, ascendiendo en telecabina a la sierra Tendenera, por las laderas del Mandilar (1.970 m.) y de allí, caminando, hasta el Ibón de Sabocos, hermosísimo. El paisaje fue en todo momento espectacular, el tiempo, agradable y el praderío, todo florido y en esta zona, con caballos.
Allí encontramos los primeros Sempervivum aracnoideum, nativos de los Pirineos, y en este momento en flor.  El suelo era ácido y granítico en su mayor parte. Estábamos en el territorio de las plantas de rocalla como las Saxifragas, y la primera de muchas especies diferentes que identificamos fue la Saxifraga paniculata, a la que le siguió la Saxifraga aizoides. Cuando llegamos al Ibón de Sabocos, a 1.940 metros de altura, encontramos la Saxifraga Moschata y también la Potentilla pyrenaica en sus pastizales subalpinos silicícolas.

Fue emocionante descubrir un Leontopodium alpinum, conocido como  Edelweiss, y muchas plantas alpinas y de los Pirineos: Lonicera pyrenaica, Trifolium alpinum, Trifolium montanum ssp. montanum, Escutellaria alpina, Vicia pyrenaica y un sin fin de plantas de estas alturas.

La llegada al Ibón de Sabocos, un lago verde y azul entre montañas, rodeado de prados en flor, fue un gran momento, y allí nos quedamos identificando nuevos grupos de plantas. La Campanula rotundifolia fue una de las últimas tras comer y sacar fotos a un paisaje hipnotizante. Sólo logramos emprender el camino de regreso cuando la hora nos obligó a correr a coger la última telecabina y bajar a Panticosa. Por el camino seguimos descubriendo más especies que fueron fotografiadas con la mejor luz de la tarde. Los dos fotógrafos oficiales apuraron hasta el último momento y cogimos todos juntos el espectacular transporte de la zona.
Escuchamos a la marmota y también la llegamos a ver y a sacarle fotos tomando el sol. Había setas Senderuela en el Ibón además de la libélula azul Enallagma cyathigerum. Las rocas del Ibón estaban tapizadas de Sempervivum, en flor, creando un tapiz irresistible, que no dejamos de admirar.

Nos alojamos en la Casa de Piedra, muy montañesa, de la localidad de Baños de Panticosa, con otros montañeros y andarines. Allí nos dieron de cenar opíparamente y tuvimos tiempo de explorar el pueblo de Baños de Panticosa, su lago y su río, un lugar lleno de agua, que baja en cascada desde lo más alto. Allí es mucho más fácil, sin duda, beber agua del río de montaña que tomar café. Así que nos dedicamos a explorar el río, sus aguas y sus plantas, prometiéndonos regresar a sus orillas con la luz del nuevo día, ya que estábamos alojados allí mismo.

Nos levantamos pronto al día siguiente y logramos trabajar otras doce horas ascendiendo la ruta del río Calderes, que forma la cascada al lado de nuestro albergue, y que prometía. Es un antiguo camino de granito, que serpentea sin alejarse mucho del río y sube a lo más alto, una experiencia increíble. La noche anterior ya habíamos localizado en su base al precioso Lilium pyrenaicum, que es el modelo de la flor de Lys. Ascendimos lentamente, debido a la cantidad de plantas que identificar y considerar, y nos encontrábamos en el dominio del Pinus sylvestris. Al final, y muchas horas después, conseguimos llegar al lugar donde ya sólo sobrevive el Pino negro, a su señorío: el del Pinus unciata, hasta el Ibón Bachimaña y sus turberas subalpinas, a 2.180 metros de altura. Allí reinaba, entre otras, la Genciana nivalis, y la G. terglovensis, con su azul irresistible, que resalta sobre los prados verdes. Todo el largo y variado camino estaba salpicado de rosales en flor. Destacaba el perfume de la Rosa pendulina y la profusión de Orquídeas, Sedum, Saxifraga y un sin fin de especies de las alturas. Comimos rápidamente de nuevo, dado el número de ellas y el trabajo por realizar.

El Aster alpinus lo encontramos en lo más alto y la lista de este día es larga, larga.

Cuando ya nos íbamos de regreso a casa, al atardecer, a 8 Km. de Panticosa, hubo que parar para fotografiar la Digitalis lutea y el Epipactis atrorubens. Costaba marcharse de aquel lugar y nos lo tomamos con calma, despidiéndonos de paisajes impresionantes y montañas tan floridas que van a engordar el Herbario rápidamente. Todo el tiempo hacíamos planes para volver y quedarnos más tiempo. Por algo será.
Texto y fotos: Carolina Larrosa