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Francia, el río Adour y el mar

Despedimos la primavera con una salida a las tierras francesas del Adour, cerca de Bayonne, y comenzamos la jornada en el Pays de Seignaux, en la ribera del río Adour, en plena campiña. Buscábamos los bosques de alisos inundados, que encontramos fácilmente partiendo del pueblecito de Saint-Barthélemy, donde identificamos muchas plantas de lugares húmedos. Anduvimos por las alisedas, donde también había robles y fresnos, y el nivel de las numerosas lagunas estaba altísimo; así pasamos la mañana en un ambiente húmedo, verde y muy atlántico manejando las claves continuamente y dando largos paseos exploratorios. Logramos que no se mojase el libro de las claves botánicas que podía haber acabado fácilmente en el agua con nosotros haciéndole compañía dada la inestabilidad de las pasarelas que encontramos.


A la hora de comer, en un prado más seco, empezaron las sorpresas. Allí había una florecita azul hermosísima, menuda y estrellada, rara, rara, porque nadie la había visto nunca. Resultó ser una Sisyrinchium angustifolium (ver foto) y abandonamos aquella zona muy satisfechos tras la identificación. Nos dirigimos al lago de Yrieu, acercándonos al mar.

Allí recorrimos el lago por un caminito boscoso de robles y alcornoques, además del laurel-cerezo, y encontramos una Rosacea que parecía que daba fresones pero era Duchesnea indica.
En seguida identificamos otra rareza, superviviente del cuaternario y endémica del Golfo de Vizcaya, Myrica gale, que se encontraba en el sotobosque. El paseo por suelo arenoso fue una delicia ya que además volaban las libélulas y había unos insectos azul turquesa que parecían joyas. De allí decidimos acercarnos al mar y a los arenales de un lugar llamado Ondres, lleno de inmensas dunas, que nos mantuvieron francamente atareados, ya que se encontraban plagadas de endemismos del Golfo de Vizcaya y que hicieron nuestras delicias. La primera fue el Thymus praecox subsp. britannicus, formando coloristas manchas en la arena y luego ya fue un no parar; encontramos unas clavelinas muy exóticas y perfumadas de color lila que resultaron ser Dianthus hyssopifolius subsp. gallicus. Todos nos volvimos a postrar ante la Silene uniflora thorei, otro endemismo, que junto a muchos más nos motivó a seguir trabajando hasta que la tarde empezó a declinar y hubo que pensar en el regreso.

Nos tomamos unas cañas mirando al mar en un chiringuito de Ondres antes de emprender el camino a casa, donde ya en tierras alavesas pudimos admirar una puesta de sol magnífica, y supimos que íbamos todos a caer rendidos tras cuatrocientos kilómetros de carretera, en la noche más corta que anunciaba ya el verano y que nos había ofrecido uno de sus días más largos.

Texto y fotos Carolina Larrosa

HERBARIO DIGITAL: 2ª salida

El último domingo de mayo, y como segunda salida de este año de las del calendario del Herbario digital, nos dirigimos a la sierra de Santo Domingo en Zaragoza; éramos siete exploradores y la perra Bruna. Llegamos al pueblo medieval de Longás, pueblo del color de la tierra y abrazado por tres ríos. Está situado en la cabecera de lo que los aragoneses llaman A Bal d’Orsella. Nos habíamos levantado a las seis de la mañana y contábamos con un magnífico fotógrafo, Juan Ramón, de Manzanos; un sabio tónico, Jesús Mendibil; una gacela artista, Arán; y tres naturalistas, buenos conocedores de los hábitats, Pello, Antonio y Jaime; más esta cronista de un día largo y magnífico.

El caminito de montaña subía y subía y estuvimos siete horas subiendo, mañana y tarde, sin desfallecer. Cerca del pueblo, los linos blancos y azules estaban preciosos y el amarillo generoso de la Scorzonera hispanica y de las diferentes genistas nos entretuvo un poco.

 

 

Una vez metidos en las profundidades de la sierra, el paisaje cambió y pudimos disfrutar de gran variedad de orquídeas y de Lathyrus, entre los que identificamos el Lathyrus pannonicus, de flor color marfil, el morado L. filiformis y el difícil L. niger sub. niger en los bosques y en sus claros.

El canto y el reclamo del pinzón nos acompañaron todo el camino, especialmente cuando llegamos a la parte alta, un pinar inmenso de pino silvestre, que ya nos acompañó el resto de la jornada.

Vimos una Pyrolacea rarísima, la Moneses uniflora, que Pello nos explicó que se da en abetales y en el Pirineo. La descubrió Jaime y, como sólo había una, fue una de las estrellas más fotografiadas de la mañana. Allí cerca, en el bosque, encontramos al hermoso Sello de Salomón (Polygonatum odoratum) con sus capullos blancos inconfundibles, que también sufrió nuestros disparos.

Llegamos a un claro que consideramos nuestro techo, desde el que se divisaban los Pirineos y el Valle del Roncal. Caímos de rodillas todos a una ante una bella Cistacea y además subpirenaica, el Helianthemum nummularium sub. pyrenaicum.

Bajar nos costó menos, ya por la tarde y en dos patadas, y al llegar a Vitoria a las diez de la noche, derrengados pero felices, dijo Pello que eso era un Día. Con mayúsculas, por supuesto. Habrá otros, ya que la siguiente cita será para explorar Las Landas francesas el fin de semana del 19 y 20 de junio.

Texto y fotos: Carolina Larrosa

EXPERTO EN BOLETUS

Nuestro socio Antonio González ha estado acompañando a un catalán experto en boletus, Ángel Quilez, en su reciente visita a Álava. Todo surgió a raíz de una foto de un hongo mandado por Antonio al foro Biodiversidad Virtual Hongos para su identificación: resultó ser un Boletus pulchrotinctus (foto a dcha).

Posteriormente, Ángel se puso en contacto con Antonio con el objeto de fotografiar el hongo in situ. Antonio le acompañó al monte Ladehesa de Aretxabaleta, al pueblo de Aguillo (Condado de Trebiño) y, el ultimo día, al Puerto de Okina a ver los hayedos.

Desafortunadamente, no volvieron a encontrar el Boletus pulchrotinctus pero encontraron otros también interesantes como Boletus Fetchneri (foto a izq.), Boletus lupinus, Boletus pseudoregius y en cantidades mayores el Boletus satanas. Pero no solo vieron Boletus; también encontraron un Gomphidius roseus poco común, que el señor Angél se llevó para estudiarlo.

Según Antonio, Ángel se ha llevado un grato recuerdo de su estancia en nuestra provincia; nos envidiaba por lo cerca que tenemos los montes de nuestras casas: ellos tienen bastantes kilómetros para llegar a los montes; volverá a nuestra provincia el año que viene sobre el mes de julio.

Aquí le esperaremos el IAN y su guía Antonio, encantado por los los ‘días fabulosos’ que pasó con Ángel y agradecido por todo lo que le enseñó de setas en general y de Boletus en particular y, sobre todo, de fotografía.

Texto: Nick Gardner & Antonio González
Fotos: Antonio González