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Ultimas salidas del Herbario digital

El último domingo de septiembre terminaron las salidas de campo del grupo que realiza el Herbario digital con una visita a la ría de Gernika con un tiempo magnífico y capitaneados por Pello Urrutia. En las marismas y arenales de San Cristóbal, en Busturia, los mosquitos picaron fuerte mientras observábamos distintos Limonium, como el binervosum y el vulgare, identificábamos juncos, y aprendíamos a distinguir la Salicornia de la Sarcoconia fructicosa. El arbusto bajo y común de la zona, Halimione portulacoides también fue admirado y aprendido, junto al Aster tripolium, la Suaeda marítima y la planta rastrera Salsola kali, que se desprende cuando se seca para rodar por los descampados como estrategia de propagación. Luego nos desplazamos al cabo Matxitxako, donde la búsqueda de la Armeria euscadiensis dió sus frutos.

Terminamos en Bakio y cerca de Armintza explorando numerosos caminos abandonados que conducían al mar, observando y fotografíando gran cantidad de plantas y descubriendo las ubicuas hierbas de la Pampa en grandes cantidades por toda la costa. Una mejor gestión del paisaje para evitar situaciones como ésta parece ser la vía correcta.

Sin duda, un broche de oro, con mar y sol, para una actividad de recogida de fotos de plantas de distintos hábitats, que se ha prolongado desde la primavera hasta el final del verano. La primera salida nos condujo a Fontecha, a orillas del río Ebro y al lago de Arreo, con grandes hallazgos de flora en su mejor momento, que ya se comentaron en su día. Le siguió una salida a tierras riojanas, a Alfaro y al Carrascal de Villarroya, este último, un lugar curioso de llanura y yesos, propio de zonas abiertas, áridas y salinas. Dirigió allí el riojano Diego.

La tercera salida nos llevó al monte Costalera desde el pueblo de Nazar, en Navarra, donde vivimos aventuras varias, especialmente un descenso memorable e inolvidable, como lo fue la jornada botánica, observando plantas que sólo se dan a más de mil metros, rodeados de algunos curiosa Centaurea lagascana, amarillas y acaules, cuando nos sentamos a comer sobre un barranco, el Aster alpinus, que es morado, la preciosa Arenaria montana y gran variedad de plantas de rocalla. En los crestones calizos aparecía la Paronychia kapela y en los pastos pedregosos fotografíamos y discutimos cantidades notables de plantas, usando las claves e identificando especies. Incluso, al fin de la jornada, Pello nos llevó a dar un paseo circular desde el pueblo de Otiñano donde aprendimos, entre otras cosas, a distinguir entre dos especies de Verbascum, que aún estaban en flor.

A caballo entre julio y agosto transcurrió la anteúltima salida, de tres días, a los Pirineos de Huesca, donde disfrutamos muchísimo y nos hizo un tiempo muy agradable, tormenta incluida cuando ya bajábamos al atardecer del segundo día el inolvidable Acherito. Nos alojamos en el albergue de Siresa, donde se comía y bebía casero y riquísimo, y estuvimos muy a gusto. Desde allí exploramos, pasando la selva de Oza y con vistas a Peña Forca, en una ascensión memorable, de casi toda la jornada, por el barranco de Acherito hasta llegar al precioso lago azul turquesa donde comimos: el Ibón de Acherito, como una gema en el barranco. Disfrutamos muchísimo por el camino, según ascendíamos, viendo cambiar la flora según ganábamos altura. El liquen geográfico nos indicó en su momento que habíamos cambiado a suelo ácido. La hierba algodonera, Eriophorum latifolium, a mitad de ladera y entre regatos, nos entretuvo mucho, con la cara pegada al suelo, así como los innumerables Iris latifolia, azules, que poblaban las alturas. La Primula farinosa, blanca, y el Hypericum ritcheri hicieron nuestras delicias también. Más arriba, sobre el Ibón, empezaron a aparecer plantas aún más raras como la Armeria pubinervis, Salix pyrenaica, el Rhododendrum ferrugineum y dos tipos de arándano al lado uno de otro: Vacinium uliginosum y mirtillus. También vimos y fotografiamos la Rosa pendulina, la Silene ciliata y el Trifolium alpinum entre otras muchas. El extraño Hinojo de oro, Meum athamanticum, lo encontramos en lo más alto, así como el cebollino común y una umbelífera muy bonita: Bupleurum angulosum. Antes de iniciar el empinado descenso apareció una gencianacea curiosa, la Swertia perennis.

La última jornada nos condujo al hayedo-abetal de la selva de Oza, primero, y luego a Aguas Tuertas. Pello nos enseñó lo que es una megaforbia, esas formaciones de grandes hierbas nutridas por el arroyo omnipresente. No nos privamos tampoco de inmortalizar la amapola amarilla de la zona, Meconopsis cambrica, que no faltó a lo largo de toda la jornada. Rematamos la faena con un dolmen de 5.000 años de antigüedad pero antes de Cristo. Eso sí: era enano. Por allí cerca, apareció, por fin, la Sempervivum arachnoideum formando curiosas almohadillas en las rocas, y la Saxifraga paniculata, que también se dejó fotografiar.

Va a ser difícil superar el buen tiempo, ambiente y disfrute de esta temporada magnífica haciendo un herbario digital, una gran gozada y un viaje fascinante por casi todas las alturas y ecosistemas a nuestros alance, que nos han revelado alguno de sus misterios.

Aún nos queda, ahora, mucho trabajo y disfrute para poner toda la información en forma de Herbario digital. En ello estamos.

Texto y fotos Carolina Larrrosa

Salida Flora Costera

Con sol radiante y brisa fresca soplando del mar comenzamos la jornada paseando por las dunas de la Playa de La Arena. Allí estrenamos el recorrido botánico observando las primeras plantas colonizadoras del arenal y admirando sus astutas estrategias para combatir las duras condiciones del entorno: fuertes rizomas para sujetarse a un sustrato tan inestable como la arena, hojas carnosas o recubiertas de ceras para retener el agua…

Atravesamos las dunas apreciando algunos de los principales factores que amenazan con degradarlas, como la presencia de varias especies de plantas invasoras, y llegamos a la marisma del Río Barbadún. Allí estudiamos un ecosistema diferente, marcado por las mareas, donde conocimos especies tan fascinantes como las del género Limonium ¡cuyas hojas poseen glándulas expulsoras de sal!

De golpe se levantó un fuerte viento y el cielo se tornó gris con las nubes entrantes del norte, pero la amenaza de lluvia no hizo flaquear a los valientes expedicionarios que, tras reponer fuerzas en el barrio de Pobeña, continuamos monte arriba hasta alcanzar el acantilado. Allí agotamos la última parte de la excursión, maravillándonos con las especies capaces de desarrollarse en un lugar casi carente de suelo y fuertemente azotado por el viento.

Texto y fotos Limonium y marisma: Beatriz Fernandez
Foto de grupo: Julia Knörr

Herbario digital

La primera salida botánica para realizar un herbario digital transcurrió en Álava partiendo de Castillo de Fontecha por la mañana y rodeando el lago de Arreo por la tarde de un primer domingo de mayo soleado y florido. Capitaneados por Pello Urrutia enseguida nos vimos 12 personas armadas con las claves botánicas, cámaras y libretas estudiando en el carrascal de Fontecha nuestras primeras plantas de la jornada, identificando un arbusto raro, que estaba en flor, nada más llegar, que resultó ser el Agracejo, es decir Berberis vulgaris. Nos dividimos en varios grupos para trabajar a la vez con plantas distintas pero muy pronto nos encontramos todos juntos tumbados sobre un arenal cubierto de plantas anuales variadas como la diminuta Myosotis ramosissima globularis, la más pequeña de las Nomeolvides. La lupa nos fue de gran utilidad para admirar sus pelos uncinados (ganchudos) y, no digamos, al llegar a las orillas del río Ebro, donde había un encinar, estudiar los aquenios, los pequeños frutos que no se abren, de un ranúnculo (Ranunculus paludosus), planta muy rara.

Fue interesante aprender a distinguir la Genista scorpius del Ulex, la Otaka, por la forma del cáliz de sus flores así como admirar la Papaver argemone, una amapola pequeña y de pétalos muy separados, escasa.

La belleza de algunas Cistáceas en flor como la Tuberaria guttata, con sus motas marrones sobre flor amarilla nos hizo escogerla, así como la Jara de suelo calizo, Cistus albidus, con sus flores rosas. Pronto surgieron espectaculares orquídeas como la Cephalanthera longifolia, de un blanco puro y la rara Dactylorrhiza insularis, rara, que produjo gran emoción.

Otra planta sorprendente de las muchas que merecieron nuestra atención fue la Matthiola fructiculosa, que se da en la cuenca del Ebro. Cuando ya creíamos haber colmado el cupo de sorpresas apareció una Ranunculácea que hizo nuestras delicias, una flor muy rara y de una belleza imposible de ignorar, de color morado y aspecto aterciopelado: la Pulsatilla rubra hispánica. Había muchos ejemplares en un espacio pequeño. Cada planta seleccionada sufrió el acoso de muchos fotógrafos, creándose un ambiente de gran intensidad emocional.

Terminamos el paseo por la tarde rodeando el lago de Arreo, donde fotografiamos a la Thymelea ruizii como si se tratara de una estrella de cine, y agotamos nuestros últimos cartuchos por el momento identificando a la Carex flacca. Mientras tanto en el carrizo del lago cantaba el carricero tordal, proclamando con nosotros que era un gran día.

Texto y fotos: Carolina Larrosa
Fotomontaje: Antonio González