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Por Tierras Andaluzas

Para cualquier amante de la naturaleza visitar el suroeste de la península ibérica es un privilegio para los sentidos. La luz de Andalucía, el aroma de sus campos, los sonidos del bosque mediterráneo, dejan en el visitante ávido de sensaciones, un recuerdo imborrable.

 

El pasado mes de Abril visité junto a mi familia el Parque Nacional de Doñana así como sus zonas más cercanas, Marismas del Odiel (Huelva) y la Reserva natural denominada La Cañada de los Pájaros, cercana al municipio de Puebla del Río (Sevilla).

 

Nos alojamos en la urbanización de Matalascañas (Huelva), modelo de urbanismo salvaje y ejemplo de lo que no debe volver a repetirse. Construida en los años setenta y ochenta, en pleno Parque Nacional de Doñana, mantiene en uno de sus extremos el Parque Dunar, recuerdo de la vegetación original, que en estas fechas, en plena floración demanda su espacio por derecho propio.

 

En el Parque Nacional de Doñana realicé dos rutas terrestres en vehículos todoterreno, así como diversos senderos a pie por el Centro de Visitantes El Acebuche, Arroyo de La Rocina y Palacio del Acebrón.

 

La primera ruta da comienzo en el Centro del Acebuche y recorre los principales ecosistemas que se dan en Doñana, como son la playa, el bosque y su matorral mediterráneo, las dunas móviles y La Marisma.

Toda una lección de naturaleza que da al Parque un valor ecológico único, difícil de olvidar.

 

La segunda ruta parte de la Aldea del Rocío visitando principalmente dos ecosistemas. El bosque y La Marisma. Atravesamos el denominado “Coto del Rey” con una población muy rica en rapaces, principalmente Milano Negro (Milvus migrans) y Aguililla calzada (Hieraaetus pennatus). Allí pudimos contemplar sus nidos, construidos sobre viejos alcornoques, vigilándonos atentos desde sus atalayas, sin saber muy bien quien observa a quien.

 

El número de especies que pude observar en lo que a avifauna se refiere es muy amplio, sirvan como ejemplo: Flamenco (Phoenicopterus roseus), Espátula común (Platalea leucorodia), Fumarel cariblanco (Chlidonias hybridus), Calamón (Porphyrio porphyrio), Cerceta carretona (Anas querquedula), Halcón peregrino (Falco peregrinus), Elanio común (Elanus caeruleus), Mochuelo (Athene noctua), Ganga ibérica (Pterocles alchata), Oropéndola (Oriolus oriolus), Alcaudón común (Lanius senator), Rabilargo (Cyanopica cyanus), Abejaruco (Merops apiaster), Carraca (Coracias garrulus), Vencejo pálido (Apus pallidus), Golondrina dáurica (Hirundo daurica)… entre otras muchas. Y como colofón de este recorrido, llegamos al Centro de Visitantes José Antonio Valverde. Aquí pude contemplar una de las colonias de aves más importantes de Doñana. Inmensas pajareras llenas de vida a rebosar que albergan la mayor colonia de cría de Europa Occidental de Morito común (Plegadis falcinellus); también comparten este espacio aéreo la Garcilla bueyera (Bubulcus ibis), el Martinete (Nycticorax nycticorax) y la Garcilla Cangrejera (Ardeola ralloides).

 

En la “planta baja”, zona de carrizal, numerosos nidos de Garceta Común (Egretta garzeta) y Garza Imperial (Ardea purpurea). Observé sus evoluciones y disputas que debido a la falta de espacio son frecuentes entre las especies nidificantes.

 

En las marismas del río Odiel visitamos una de las mayores colonias de cría de la Península Ibérica de Espátula común (Platalea leucorodia). Situada en la denominada “Isla de Enmedio” alberga habitualmente a una población reproductora de más de cuatrocientas parejas nidificantes.

Allí sobre vegetación de porte bajo permanecían inmóviles en sus nidos esperando la llegada del otro miembro de la pareja.

En las cercanías de este espectáculo natural se da otro acontecimiento. Un nido de Águila pescadora (Pandion haliaetus). Esta especie no nidificaba en la costa peninsular desde los años ochenta. Fruto de un proyecto de reintroducción iniciado en 2.004 con un macho procedente de Alemania y una hembra procedente de Escocia se ha conseguido que llegada la etapa adulta nidifiquen en lo que consideran su tierra natal. Esta especie tiene una acusada filopatria lo que dificulta aún más su establecimiento como reproductora.

 

En el momento de nuestra visita tenían un valioso huevo. Esperemos que el proceso de cría evolucione favorablemente y pueda culminar con éxito.

 

También visitamos “La Cañada de los Pájaros”, centro de educación ambiental donde se lleva a cabo un programa de reproducción en cautividad de la Focha moruna (Fulica cristata), donde pudimos contemplar numerosos ejemplares de esta especie. También la Cerceta pardilla (Marmaronetta angustirostris), Cigüeña negra (Ciconia nigra) y ejemplares tan difíciles de observar como son la Polluela pintoja (Porzana porzana) y el Guión de codornices (Crex crex).

Como despedida volvimos al Centro de Visitantes del Acebuche. A través de sus diferentes senderos y observatorios nos fuimos despidiendo de todos sus moradores que con sus cantos y acrobacias nos habían hecho disfrutar tanto de unos días inolvidables en un escenario único como es el Parque Nacional de Doñana.

 

Texto y Fotos: Juan Mari Lasa

Por Le Teich y environs


Durante el fin de semana visitamos 3 reservas diferentes. El parque ornitológico de Le Teich, la reserva de caza de Saint-Martin-de-Seignanx y el Domaine de Certes. He aquí nuestras impresiones sobre estas visitas. Gracias a conductores, organizadores y a Mikel Salvador y Richar Ibañez que nos han proporcionado las listas de aves.
Foto: Amancio Salvador

Parque Ornitologico de Le Teich
Texto: Arantza Marcos
Fotos. Brian Webster

El recorrido de Le Teich comienza atravesando un puente de madera donde las aves ya empiezan a dar la bienvenida. 20 observatorios esperan totalmente vacíos para nosotros: 20 paradas para repostar nuestros ojos con alas y vuelos…

Parada 1. Primera reunión y cena del grupo en el parque, agradable y copiosa aunque eludo contar el menú. Después, un paseo nocturno y húmedo en el que se habla entre otras cosas de cómo mejorar el mundo. (Altos vuelos)

Parada 2. Las aves nos despiertan a la puerta; acuden a un comedero del jardín trepadores azules, herrerillos, pinzones, carboneros, jilgueros…

Parada 3. A los martinetes les cuesta despertar aunque el pito real cante sobre una rama frente a sus dormideros.

Parada 4. Un prado de salicaria se convierte en un concurrido festín para cercetas y estorninos. Los conejos también aprovechan para comer y completan la escena.

Parada 5. De un lado para otro, las agujas colinegras bailan sobre un agua moteada de fochas y rabudos.

Parada 6. El zarapito real ha cruzado el cielo del camino.

Parada 7. Un numeroso grupo de avocetas anda de aquí para allá luciendo su finura y sus contrastes.

Parada 8. Las espátulas han decidido ponerse en equilibrio.

Parada 9. Aunque el sol no traspase la gruesa capa de nubes, los tarros blancos sobre el agua parecen iluminados por focos invisibles.

Parada 10. Alguien ha descubierto que el ojo de los cormoranes es verde claro y brillante. Sus ojos están cerca de nuestros ojos.

Parada 11. Otro puentecillo de madera cruza el agua dividiendo un bando de gansos.Parada 12. Las ardillas también se han dejado ver entre los robles.

Parada 13. Una barnacla canadiense quiere pasar desapercibida entre un grupo de gansos pero su traje y su elegancia la delatan.

Parada 14. El martín pescador exhibe su destreza y plumaje en su quehacer cotidiano, pesca que te pesca, engatusando a nuestros amigos fotógrafos.

Parada 15. Las garcetas comunes agitan su pata dentro del agua a la espera de pillar un bocado con su preciso pico.

Parada 16. De regreso descubrimos al picapinos desafiando la gravedad.

Parada 17. Los caminos están estampados de hojas de colores. También de champiñones, hongos y galampernas. Nuestro amigo Antonio hubiera mirado más al suelo que nosotros.

Parada 18. Carolina dice que “la lluvia aquí es un adorno”.

Parada 19. A pesar del frío y la humedad mereció la pena ir. “Desde que observo aves, los inviernos ya no son como antes” dijo Brian.

Parada 20. Nos despide un bando escandaloso de grullas justo cuando íbamos a coger los coches dirección a Les Barthes de Lesgau, donde otra vez varios bandos nos darán la bienvenida.

Gracias a todas las aves que se dejaron ver: zampullín chico, somormujo lavanco, cormorán grande, martinete, garceta común, garceta grande, garza real, cigüeña blanca, espátula, cisne vulgar, ánsar común, barnacla canadiense, tarro blanco, azulón, ánade rabudo, cuchara, cerceta común, porrón común, aguilucho lagunero, rascón (oído), polla de agua, focha común, faisán (torquatus), avoceta, martín pescador, pito real, chochín, petirrojo, mirlo común, carbonero común, herrerillo común, mito, trepador azul, urraca, arrendajo, corneja, estornino pinto, gorrión común, pinzón común, jilguero, ruiseñor bastardo…

Reserve de Chasse de Saint-Martin-de-Seignanx
Texto: Teresa Ruiperez y M. Frias
Foto: Brian Webster

Justo llegar a Bayona, seguimos la orilla norte del río Adour adentrándonos en Les Barthes. Al llegar, nada más salir de los coches, nos recibieron varias bandadas de grullas, que primero se anunciaron con sus gritos y luego pasaron volando sobre nosotros.

El observatorio tiene una vista estupenda; es muy alto, amplio, protegido y este domingo, aunque llovía, estaba muy concurrido. La reserva es conocida por su águila moteada y sus grullas invernantes. Después de observar el águila a nuestro antojo observamos paloma torcaz, cernícalo común, ratonero común, lavandera blanca, las grullas, y silbones que minaban el agua y la tierra buscando qué comer bajo la lluvia. De pronto todas las avefrías se concentraron, y los pajareros se excitaron, “el águila volaba”, y a medida que las voces de los pajareros subían, los cientos de avefrías también. Las avefrías aleteaban formando corrientes sincronizadas de tonos diferentes que se cruzaban… ¡Qué espectáculo! El águila, sin inmutarse, pasó de largo. Los pajareros bajaron los prismáticos y las avefrías poco a poco volvieron a posarse.

La lluvia seguía cayendo y las grullas alborotando.

Domaine de Certes
Texto: M. Frias
Foto: Amancio Salvador

Este señorío se encuentra a unos 20 minutos al noreste del parque ornitológico en las afueras de Audenge. El domingo, antes de salir, algunos nos escapamos de Le Teich y fuimos en busca de la barnacla carinegra; invernante habitual de la bahía de Arcachon.

Dejando atrás el château, tomado por una pandilla de gorriones molineros, y siguiendo el camino hacia la mar, nos adentramos en lo que en su día fue una gran piscifactoría al aire libre. Hoy en día consiste en grandes canales y diques paralelos y perpendiculares al mar, cuya inundación se controla mediante compuertas y esclusas. Este paraje es parte del Conservatorio del Litoral y reserva de aves, pero, solo hasta el camino que bordea la orilla de la ría y la bahía.

Desafortunadamente, en la orilla se puede cazar. Al estar prohibida la caza al vuelo, los cazadores inundan charcas trampa con señuelos y…. disparan. Muy a nuestro pesar, según caminábamos, eran muchos los cazadores que nos pasaban, en bici o en moto (era un camino de unos 6 km); todos con sacos llenos de caza y jaulas con señuelos vivos (cucharas, cercetas, ánades reales…).

Al acercarnos a la bahía, que se nos aparentaba cada vez más inmensa (155 km cuadrados), veíamos cada vez más aves entre las que destacamos acentor común, reyezuelo listado, andarríos chico…etc. Pero, las que más nos llamaban la atención eran los cisnes comunes. Vimos aproximadamente un centenar repartidos por los canales y las orillas del mar y entre ellos un par de cisnes negros!

Al parar y montar los telescopios, en el silencio que se produjo, pudimos oír las barnaclas a lo lejos. El tiempo se nos cernía, pero caminando deprisa logramos acercarnos más a ellas y verlas claramente. Miles de carinegras reunidas entre los limos y las orillas. Al alzar la vista, vimos en el horizonte, cada vez más formaciones en V, unas detrás de otras… Entraban de la mar; graznando, anunciando su llegada y su ultima parada antes de la migración primaveral.

Solo pudimos disfrutar del espectáculo unos minutos y con ganas de quedarnos nos marchamos.

Si los árboles hablaran…

El 5 de julio Gorka Belamendi nos acercó al bosque de Entzia ubicado en la ladera de Munain, Ocáriz y Vicuña: un lugar privilegiado que se extiende a lo largo de un desnivel de 300 metros.

En este depósito de coluviales antiguos perteneciente al cuaternario encontramos árboles centenarios que allí habitan: robles (Quercus robur), quejigos (Q. faginea), híbridos entre ambos y hayas (Fagus sylvatica), así como arces (Acer campestre) y espinos (Crataegus spp). Alguno de ellos nos mostró en su tronco vestigios de agresión humana a pesar de su singular importancia por servir de refugio a especies, tanto vegetales como animales, que encuentran en este espacio su medio de vida.

¿Qué serían capaces de contarnos estos seres majestuosos que han permanecido vigilantes al paso del tiempo y que se han ido nutriendo de historia hasta llegar a un diámetro de incluso dos metros?

Elena Padilla