Archivo de la categoría: Zoología

Venta de la Guía de las Aves Urbanas de la ciudad de Vitoria-Gasteiz

Descubre y conoce 42 especies de aves que se pueden encontrar en los espacios verdes de Vitoria- Gasteiz mediante completas descripciones de sus plumas, huevos, nidos, ejemplares jóvenes, adultos, machos y hembras, comparativas con otras especies…con detalles y dibujos de las calles y edificios más emblemáticos de nuestra ciudad. También incluye acceso, mediante códigos QR, a los cantos de cada especie descrita. (…más información…)

  • 10€ para socios del IAN-ANI. 
  • 15€ para no socios
  • I.V.A. y envío incluidos en el precio
  • ISBN: 9788409208395
  • Páginas: 148
  • Idiomas: Castellano o Euskera
  • Tapa blanda
  • Tamaño: 210 x 150 mm – Bolsillo
  • Peso: 376 g.

Formulario de pedido

*No realizamos envíos fuera de la península ibérica (consultar condiciones)

Visita a Etxalar. Día de las Aves

“Escribirás una crónica para la web ¿no?”, dispara Begoña, mientras imagino una ceja arqueada detrás de sus gafas oscuras. “Claro, por su supuesto”. Ya no hay posibilidad de escape respecto al síndrome de la hoja en blanco. La dura misión de intentar que unos miserables balbuceos mentales se combinen y cuajen en una crónica escrita medianamente inteligible de esta salida del IAN, se me aparece como un espectro amenazador mientras dejamos atrás las estribaciones del Pirineo navarro, de vuelta a las manejables orografías de Álava.

Y ello a pesar de que el día se hubiera prestado, ciertamente, a la elaboración de un buen documento literario, con resonancias históricas grandilocuentes. “Desde lo alto de estas redes, seis siglos nos contemplan”, como pudo decir -pero no dijo- Patxiku, el anfitrión de nuestra visita guiada a las afamadas palomeras de Etxalar. Las primeras noticias sobre estos imponentes artilugios, instalados en los collados de la montaña con el ánimo de interrumpir el vuelo libre de las torcaces migratorias, se remontan al año 1378. Desde entonces hasta hoy, generaciones de habitantes de Etxalar, Sare y otras localidades cercanas has buscado los días de fortuna, esos en que el instinto viajero de las aves se desboca para encauzarse a través de los pasos favorables que conectarán la interminable llanura aquitana con las pródigas dehesas de la Iberia profunda.

1. Patxiku, el guía, detalla la tarea que tienen encargados los palomeros desde lo alto de la trepa nagusi.

 

Francisco Bernis, el padre de la moderna ornitología española, reconocía en su monumental Aves migradoras ibéricas (1966-1971) la profunda impresión que le había causado contemplar, frente al hosco paisaje de la montaña, las voces y siluetas de los palomeros subidos a las trepas, intentando achantar a los bandos con paletas y zatarrak. Pero hoy en Etxalar no hay tensión contenida ni se ejecutan elaboradas estrategias venatorias, ya que las fechas elegidas para el Día de las Aves, en el que se enmarca nuestra visita, son aún tempranas para que se produzca “la ola azul”, como llaman los franceses a ese extraordinario fenómeno natural que protagonizan decenas de miles de torcaces cruzando los collados pirenaicos, hacia finales de octubre o principios de noviembre. Es una circunstancia afortunada, debo decir, porque nuestra sensibilidad animalista casa mal con toda esta parafernalia cinegética, que termina indefectiblemente con la muerte de las aves y el jolgorio de los humanos, por mucho que yo me empeñe en recurrir una y otra vez al interés antropológico y cultural de la actividad. Así que Patxiku está relajado y nosotros aliviados.

El escenario de la trampa. La red palomera se dispone cubriendo este claro entre los árboles, que las torcaces creen franqueable con facilidad.

 

El folklorismo palomero, que se adereza -presumimos- con buenas y convenientemente regadas meriendas, también tiene una vertiente con repercusión científica. Meticulosamente, un contable anota las docenas de capturas producidas a lo largo de la temporada, lo que ha generado, con los años y las décadas, una valiosísima serie de datos que, a buen seguro, permitiría estimar las tendencias numéricas del paso migratorio y relacionarlas con variables ambientales y climáticas: un sueño húmedo para cualquier ornitólogo curioso. Paradójicamente, este es también el afán de la contraparte que ha encontrado su lugar en el mundo en una explanada bajo el col de Lizaieta, en el lado francés de la montaña. Los palomeros, no sin cierto desdén, llaman “los ecologistas” al grupo de pajareros greñudos e insultantemente jóvenes, que dedican sus días y sus ojos, entre agosto y noviembre, a la voluntariosa tarea de extraer especies y números de los bandos de migrantes que cruzan sobre sus cabezas. Conozco, pues he participado en aventuras de este tipo, que sus camas son duras, su comida frugal y sus jornadas no tienen relevo. Se me ocurre el retorcido descriptor de “expediciones inmóviles” para despejar el romanticismo del naturalista respecto a una actividad cuyo instrumento más preciado, además del telescopio, es una silla campestre en la que los cuerpos reposan durante horas sin fin.

3. El campamento ornitológico, procurando que ni un ave escape (al censo).

 

Buscando una épica a su misión, imagino que los ornitólogos pretenden descifrar la escritura que las aves trazan con círculos aprovechando térmicas, estampidas súbitas o descensos vertiginosos cuando aprecian la promesa del paso hacia la supervivencia, allá tras la línea del horizonte. Pero toda la lírica que oigo en boca de los pajareros se reduce a pronunciar “Milan royal, 4”, “Faucon pèlerine, 1”, “Circaète Jean-le-Blanc, 2”, que servirán para rellenar algún estadillo funcionarial. Mi mente cartesiana comprende y aplaude este vigoroso esfuerzo de recopilación de datos, que sé que también viajan desde el col hasta los informes y las publicaciones científicas que nutren los debates sobre el estado de conservación de las especies y el impacto del cambio climático. Pero hoy me interesaba más el vuelo de los ingrávidos emplumados que, ajenos a las preocupaciones y desdichas que suceden allá en el suelo, celebran, un año más, su eterno retorno.

Texto y fotos: José María Fernández García

Minimaratón Ornitológico a Pie

En 2025, la octava edición del minimaratón tuvo lugar el domingo 18 de mayo, con un tiempo espléndido que nos acompañó durante todo el día. ¿El objetivo? El de costumbre: detectar por la vista o el oído el mayor número de especies de aves en un recorrido a pie. Una excusa en realidad para conocer mejor la avifauna alavesa y aprender a identificar las especies que la componen.

La cita era a las ocho de la mañana en Vitoria, desde donde fuimos en primer lugar a Nanclares de Ganboa, para dejar los vehículos que nos esperarían al final del recorrido. De allí nos dirigimos en coche hasta Ozaeta, el lugar de inicio de la actividad.

Garza imperial – Foto: Luis A. Alija

Después de aparcar, empezamos a anotar especies en el pueblo, las más características de zonas habitadas, y también las de los prados y setos que rodean a esta localidad. En un santiamén alcanzamos las veinte, con una oropéndola que canta desde un rodal de chopos. Emprendemos después un breve recorrido circular por los robledales y las pequeñas plantaciones de pinos situados al norte de Ozaeta, para buscar aves especialistas forestales. El mosquitero papialbo, el trepador azul y el carbonero palustre se suman así a la lista, que junto con otras especies elevan la cifra a 42 al regresar al pueblo.

Tarabilla europea – Foto: Luis A. Alija

La urraca y el gorrión chillón, que no se habían hecho notar al principio del día, hacen acto de aparición en esta segunda visita a Ozaeta, por lo que abandonamos esta localidad con 44 en la lista. Una esperada lavandera cascadeña en el puente sobre el río Barrundia hace la 46, y llegamos al almuerzo en el pórtico de la iglesia de Gebara con 48.

Somormujo lavanco – Foto: Luis A. Alija

Tras reponer fuerzas nos dirigimos hacia el embalse de Ullibarri y la primera parada es el observatorio de Los Carboneros en Mendixur. Tras avistar las primeras especies de acuáticas, el total asciende a 61. Acto seguido una hembra de alcaudón dorsirrojo pone en 125 el total registrado en el conjunto de las ocho ediciones del maratón, ya que ─a pesar de que no es una especie rara─ nunca la habíamos observado hasta este año.

Milano negro – Foto: Luis A. Alija

Desde Mendixur cruzamos el embalse hasta la orilla opuesta y emprendemos la marcha por su orilla occidental por Urizar y Azua hasta llegar a Nanclares de Ganboa. Las nuevas especies se van sumando muy poco a poco, ya que el número de aves acuáticas es más bien reducido. El alto nivel del embalse motiva que haya poco espacio disponible para ellas en las orillas y, de hecho, no conseguimos detectar ni un solo limícola en todo el recorrido. Tampoco ninguna especie fuera de las habituales en esta época en el embalse.

Lavandera cascadeña – Foto: Luis A. Alija

Llegamos a Nanclares con 73, pero un cernícalo vulgar en la iglesia del pueblo, y una alondra común cantando en la distancia ponen la cifra final en 75.

Escribano triguero – Foto: Luis A. Alija

Un día estupendo, con buen tiempo y mejor compañía, que gracias a la hospitalidad de Maite termina de manera inmejorable con unas cervezas en Ozaeta. Comentando los mejores momentos del día y haciendo ya planes para la siguiente edición.

  1. Gorrión común
  2. Lavandera blanca
  3. Vencejo común
  4. Mirlo común
  5. Tórtola turca
  6. Avión común
  7. Golondrina común
  8. Colirrojo tizón
  9. Serín verdecillo
  10. Curruca capirotada
  11. Petirrojo
  12. Milano negro
  13. Jilguero
  14. Corneja
  15. Reyezuelo listado
  16. Estornino negro
  17. Cuco común
  18. Verderón común
  19. Chochín
  20. Oropéndola
  21. Pinzón vulgar
  22. Mosquitero ibérico
  23. Escribano soteño
  24. Bisbita arbóreo
  25. Carbonero palustre
  26. Herrerillo común
  27. Zorzal común
  28. Agateador común
  29. Mosquitero papialbo
  30. Pico picapinos
  31. Pito ibérico
  32. Trepador azul
  33. Paloma torcaz
  34. Buitre leonado
  35. Arrendajo común
  36. Mito
  37. Carbonero común
  38. Águila calzada
  39. Busardo ratonero
  40. Cuervo
  41. Cigüeña blanca
  42. Milano real
  43. Gorrión chillón
  44. Urraca
  45. Tarabilla europea
  46. Lavandera cascadeña
  47. Cistícola buitrón
  48. Garcilla bueyera
  49. Escribano triguero
  50. Zarcero políglota
  51. Cetia ruiseñor
  52. Ánsar común
  53. Somormujo lavanco
  54. Focha común
  55. Pato colorado
  56. Garza real
  57. Cormorán grande
  58. Gaviota patiamarilla
  59. Aguilucho lagunero
  60. Avión zapador
  61. Porrón moñudo
  62. Alcaudón dorsirrojo
  63. Lavandera boyera
  64. Ánade azulón
  65. Ánade friso
  66. Garceta común
  67. Carricero tordal
  68. Porrón europeo
  69. Garza imperial
  70. Carricero común
  71. Zampullín común
  72. Alimoche común
  73. Gaviota reidora
  74. Cernícalo vulgar
  75. Alondra común