Las limícolas: Amigos y aves en las marismas de Santoña, Victoria y Joyel, en Cantabria

El sábado nos levantamos con la primera luz y nos fuimos a desayunar al  bar de las conserveras. Allí nos reunimos con Juanra, de Murguía, con el que habíamos quedado previamente, ya que estaba pasando el fin de semana en Ajo, allí cerca, y nos dirigimos al observatorio de la Arenilla, donde el amanecer rosado y dramático fue precioso.  Seguimos completando nuestra vida social,  porque esperábamos a Juanma, que también llegó con su telescopio. Ya teníamos al grupo reunido y el placer de compartir nuestros lugares y nuestras rutinas limícolas con Maite e Iñigo, que estrenaban además un estupendo telescopio. Brian se había estudiado, como siempre, las mareas y allí estábamos en el mejor momento observando ya hipnotizados,  a la siempre bella Garceta común.  El observatorio de la Arenilla es como nuestra segunda casa en estas escapadas y en cuestión de segundos vinieron todos a saludarnos todos los habituales de la zona por esas fechas: la  garcilla bueyera,  los archibebes claros y comunes, los  zarapitos reales y los trinadores.  ¡Qué algarabía, qué alegría!

Corríamos de un telescopio a otro, y con los prismáticos alzados y enfocando, porque había mucho que ver y  que saludar.  ¡Qué disgusto si nos llegan a estar! Se paseaban por allí el andarríos chico y la aguja colipinta, el ostrero euroasiático y la espátula.  Un busardo ratonero lo observaba todo posado cerca e igual que nosotros miraba al colimbo grande, al zampullín cuellinegro y a los silbones.

Pasamos allí mucho tiempo disfrutando del espectáculo, haciendo fotos, observando con los prismáticos y los telescopios y aprendiendo unos de otros.