Antes de empezar a volver a casa, siempre todo un ritual, nos fuimos de nuevo a Cicero, con una luz preciosa y el espectáculo de los chorlitos y otras aves que se les incorporaban a los grandes grupos, volando alrededor y cogiendo la luz del sol en sus alas, dando vueltas. También vimos a un pajarito muy simpático, el buitrón. Fue otro gran día.
Volvimos a casa con los ojos llenos de plumas y alas, de luces y sonidos de marisma, contentos y celebrando otro enero en esas lides de las que nunca nos cansamos porque no hay otras iguales ni parecidas y además porque tenemos un año entero para descansar y recordar lo vivido, empezando ya desde ahora a soñar con volver.
Fotos: Alfonso López de Armentia y Carolina Larrosa